viernes, 20 de julio de 2007

EL PIROPO


¡Ayer conseguí meterme dentro de mi pantalón rojo!. Es una de esas prendas “estrella” que guardas en el armario y a las que el tiempo (lleva varios años conmigo), y la imposibilidad de ponértelas, (durante dos años estuve sin ponérmelo por haber engordado), les confiere un halo seductor, recordándome tiempos y momentos mejores, más “ligeros”.

Mi pantalón rojo se había convertido en el reto a conseguir, durante dos temporadas no hubo manera humana, ya fuera metiendo tripa, ya fuera corriendo el botón, de volver a sentir esa sensación maravillosa de envolver la silueta de tu trasero con el rojo desafiante ante cualquier mirada, algo así como decir: “Sí, aquí estoy yo, y este es mi culo”. Ayer sí, por fin me lo puse y, como si de un premio al tesón y al esfuerzo se tratara, coseché un piropo, para mí que fue gracias a mi pantalón rojo.

El caso es que hacía tiempo que no oía piropos, requiebros, lisonjas o como queramos llamarles, esas frases cortas, directas, unas con gracia y otras desafortunadas, pero que hace tiempo eran parte de la vida misma, y hoy, salvo algunos amables miembros del gremio de la construcción, pocos se atreven a lanzarte. ¡Oye, qué alegría cuando lo escuché! Y que además fue en estéreo, que eran dos los caballeros, de mediana edad por cierto, que con un: “Mira, mira, mira qué cosita viene por aquí” esperaron que llegara a su altura, la verdad que me hubiera sonrojado si hubiera tenido edad de rubores, pero no.

Aunque lo mejor vino luego, cuando al sobrepasarles y después de que admiraran el frontal de mi persona, por así decirlo, justo cuando les di la espalda, uno exclamó algo parecido a esto: “UOHH!” y el otro un: “¡MADRE MIA!” que momentáneamente me llevaron a confusión, ya que no sabía si era un ¡oh, vaya culo más bonito! O un ¡oh, vaya enorme culo! O tal vez un ¡madre mía, qué culito más majo! O quizás un ¡madre mía, qué culo tan gordo!.

Como no me atreví a volverme y preguntarles qué habían querido decir exactamente con sus exclamaciones, porque yo en el fondo, a pesar de envolver en rojo mis carnes morenas, soy una tímida de narices, y también soy consciente de mis limitaciones y de que no todas podemos ser la Jennifer López, pues me alejé de allí pensando que la primera impresión es la que cuenta y esa fue de subidón total de moralina, que no todos los días le dicen piropos a una y además en estéreo.

De todos modos, creo que aún dormirá una temporada más el pantalón rojo dentro del armario, esperando tiempos mejores, que no quiero ser de esas a las que ¡las visten para provocar!.

jueves, 12 de julio de 2007

LA CIGARRA Y LA HORMIGA


Me ha llegado un correo electrónico que me ha hecho mucha gracia con la versión clásica y la versión española de esta fábula que todos sabemos...o creíamos saber.

VERSIÓN CLÁSICA


La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.

Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.

La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo,
bailando y jugando

Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene
todo lo que le hace falta hasta la primavera.

La cigarra tiritando, sin comida y sin cobijo, muere de frio.

FIN





VERSIÓN ESPAÑOLA

La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.

Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.

La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo,
bailando y jugando

Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene
todo lo que le hace falta hasta la primavera.

La cigarra tiritando organiza una rueda de prensa el la que se pregunta por
qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida cuando quiere, cuando hay
otros, con menos suerte que ella, que tienen frío y hambre.

La televisión organiza un programa en vivo en el que la cigarra sale
pasando frío y calamidades y a la vez muestran extractos del video de la
hormiga bien calentita en su casa y con la mesa llena de comida.

Los españoles se sorprenden de que en un país tan moderno como el suyo
dejen sufrir a la probre cigarra mientras que hay otros viven en la
abundancia.

Las asociaciones contra la pobreza se manifiestan delante de la casa de la
hormiga.

Los periodistas organizan una serie de artículos en los que cuestionan
como la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra e instan al
gobierno a que aumente los impuestos de la hormiga de forma que estas
puedan vivir mejor.

Respondiendo a las encuestas de opinión, el gobierno elabora una ley sobre
la igualdad económica y una ley con carácter retroactivo,
antidiscriminación.

Los impuestos de la hormiga han aumentado y además le llega una multa
porque no contrató a la cigarra como ayudante en verano.

Las autoridades embargan la casa de la hormiga, ya que esta no tiene
suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos.

La hormiga se va de España y se instala con éxito en Suiza.

La televisión hace un reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, ya que
se ha comido casi todo lo que había mucho antes de que llegue la
primavera...

La antigua casa de la hormiga se convierte en albergue social para cigarras
y se deteriora al no hacer su inquilino nada para mantenerla en buen
estado.

Al gobierno se le reprocha no poner los medios necesarios. Una comisión de
investigación que costará 10 millones de Euros se pone en marcha.

Entretanto la cigarra muere de una sobredosis.

La Series de TVE comentan el fracaso del gobierno para intentar corregir el
problema de las desigualdades sociales.

La casa es okupada por una banda de arañas inmigrantes.

El gobierno se felicita por la diversidad cultural de España.


FIN

jueves, 5 de julio de 2007

ESAS CHICAS ESTUPENDAS


Realmente si en algo ha cambiado la sociedad a lo largo de los años, aparte de otras cosas, claro, es en el concepto de eso precisamente: los años, o para ser más clara, la edad y su representación física. Ese concepto que antes se tenía de la línea que separaba la juventud de la vejez o, para dulcificarlo algo, de la madurez; y más concretamente en la vida de la mujer.

Hace unas pocas décadas, una mujer de cuarenta años estaba peligrosamente en el umbral de esa “vejez” que la convertiría de ahí en adelante en una “señora mayor”. Es decir, los cuarenta eran el comienzo de la caída por una pendiente en la que algunas de “motu propio” y otras, empujadas por la mentalidad o costumbre de la época, convenían en que esa u otra parecida edad, marcaba el tiempo de las renuncias, el tiempo del adiós a la tan querida y “corta” juventud.

Hoy, nadie medianamente sensato, diría que una mujer de cuarenta o incluso cincuenta años, es una “señora mayor”, y generalizo, sí, porque solamente hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor para ver mujeres cuarentonas o cincuentonas, profesionales, actrices, modelos o amas de casa, que conservan no solamente la belleza física, sino la vitalidad interior, y digo yo que ¡oye, habrá de todo!, pero la gente se cuida, y la que más y la que menos están de buen ver.

No sé exactamente a quien hemos de agradecer esto, si al estilo de vida moderna, si a San Botox, San Pilates o al Sr. De Montignac, el de la dieta disociada que tiene nombre de conde.

Yo, por mi parte a los de arriba les debo poco, porque soy inconstante con las dietas, perezosa con el deporte y bastante cobardica con los pinchazos y las jeringuillas, pero sí que tengo que poner velas de agradecimiento a Santa Alegría de Vivir, Santa Ilusión de todos los días (que no es la ONCE), y al Santo Job que me hace el honor de darme paciencia por un tubo para no mandar todo al ca… cuando me viene la neurona melancólica, y bueno, que también me cuido como todo hijo de vecino.

Creo que esta reflexión es el modo en que mi mente me está preparando para que el día 8 de este mes, mi cumpleaños, no me fije tan sólo en el numerito, sino que me mire al espejo y me diga: ¡¡Chica, estás estupenda!! y Santas Pascuas.

DEDICATORIA: A todas esas chicas estupendas que hacen que los años parezcan ligeros como la seda, fáciles de llevar. A las que son eternamente jóvenes, porque pesan más los sueños que los recuerdos.