jueves, 18 de septiembre de 2008

LIBROS SIN FORRAR


Con el comienzo del curso escolar de mi hijo y después de dejarme una pasta gansa en libros, uniforme, mochila nueva, (que no me extraña que no duren con el peso que tienen que llevar), material escolar, comedor, etc… he pasado horas marcando con su nombre jerseys, pantalones, polos, chándal, (todo lo que admita ser marcado, vamos), aunque me he dado cuenta de que no sirve de nada, porque si tiene que perder un jersey o la sudadera del chándal, te lo pierde igual esté o no marcado y, además, misteriosamente desaparece de la faz de la tierra, aunque lo pierda en un punto concreto de este universo como es el patio del colegio.

He visto la luz cuando me disponía a forrarle los libros, plástico y tijeras en las manos, pegatinas preparadas y paciencia para no pelearme demasiado con las arrugas que hacen esos forros nuevos tan herméticos que si se queda dentro un poquito de aire la has pifiado, ya puedes aplastar la jodida arruguita con la regla del Kit escolar (ésa es de lo poquito que me vale del año pasado, menos mal), que no consigues quitarla. Año tras año, la misma rutina; es bonito al principio, porque piensas que cuando sea mayor, él mismo forrará sus libros, ya le dejé que lo hiciera el curso pasado y fue un desastre total, tuvimos que volver a forrarlos de nuevo.

Esa luz que he visto este año me ha llevado a tener un punto de rebeldía, una rebeldía que viene también “marcada” por el precio de los libros, más de 300 euros por los de 1º de ESO, que es el curso que ha comenzado, y he decidido que no voy a forrarlos. Tengo mis razones, por supuesto, y me gustaría compartirlas con vosotros.

Una parte de esa rutina anual que conlleva la vida escolar, es aparcar los viejos, (es un decir) libros del año anterior, contadas veces he podido dárselos a alguna amiga que tenía niños en cursos anteriores, ya que no siempre les sirven. Con lo cual, ahí se van quedando, envasados al vacío en sus forros plastificados, ¿para quién?.

Al guardar los libros del año pasado, he decidido quitarles el forro a unos cuantos y he comprobado que conservaban ese brillo de casi recién estrenado, no porque mi hijo sea demasiado cuidadoso, sino porque, entre que se preservan de todo mal imbuidos en su traje transparente y que lo que más usan los niños son los cuadernillos que vienen con los libros, pues están como cuando los compré. Entonces ha sido cuando me ha dado el punto, ése punto rebelde que os decía, y me he preguntado quién tiene más derecho a disfrutar del libro plenamente más que el hijo de mis entrañas, que para eso los ha pagado su madre.

No los forro porque quiero que el niño toque los libros, los manosee, los hojee, los disfrute, sienta su olor, sienta también el tacto suave del papel de las portadas y no el contacto plastificado que, perdonadme la expresión, es como si le pusiéramos un preservativo a la cultura. Así cómo va a dar frutos.

Cuando era niña, los libros pasaban de los hermanos o primos mayores a los más pequeños, entonces sí que había que forrarlos, entre otras cosas porque el que lo había tenido primero, además de poner su nombre en letra inglesa de perfecta caligrafía, dejaba para la posteridad según fuera chica o chico, bonitas frases de amor y corazones por doquier o escatológicos pareados de un humor más bien dudoso, en ambos casos la tinta se borraba fatal.

Nunca me han gustado los forros, así que me declaro en huelga de forros caídos y además me evito el estrés de aplastar burbujitas de aire y arrugas con la regla.

11 comentarios:

  1. Shikilla:
    Si este post tuyo de hoy lo hubiese leído hace algunos años, ¡cuantos libros de mis hijas me hubiera ahorrado de forrar! Tienes toda la razón del mundo pero a veces los padres queriendo lo mejor para nuestros hijos, nos equivocamos al dárselo y encima nos cuesta trabajo y cabreos porque lo de la burbujita... hay que jorobarse lo que joroba. Después de muchos y muchos libros forrados y por si un día te da por forrar alguno, te diré que la burbujida se quita pinchándola muy muy ligeramente con una aguja para que salga el aire.
    Búscate el micrófono y lánzate a la piscina, que yo te estoy preparando (y digo te porque es para ti) una sorpresa de Gabriel y Galán. Publicaré un post de mi hermano "muy políticamente incorrecto" e inmediatamente después una poesía que tú conoces muy bien.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué cabreante era estrenar curso nuevo con libros usados!

    ResponderEliminar
  3. Dios salve a mamis y papis con nenas y nenes en edad escolar, Dios salve bolsillos y carteras en el mes de septiembre, Dios salve a las manos que forran libros porque durante la siguiente semana a su realización los dedos están dislocados. Conclusión, que los nueve meses se pasan a lo Alonso y que espero tu blog en Junio/09 diciendo... "recuerdo los tranquilos momentos siguientes a forrar los libros, aquellos en los que mis retoños desaparecían de casa durante unas horas al día..." jeje.
    Un beso "mami".

    ResponderEliminar
  4. Shikilla,
    En el caso de mi mujer hacen un corrillo con varias madres del cole de mi hijo y de mis hijas y van pasándose libros. Este año el mayor ha comprado pocos... la pequeña no, tenemos más distancia en años y estos desgraciados políticos "huntados" van cambiando ediciones para que te gastes la pasta.
    Lanzo una pregunta. ¿la lengua, geografía, matemáticas, inglés, religión, catalán (en nuestro caso), ciencias naturales... no son unas ciencias o letras bastante estables? sobre todo en los cursos básicos...
    Quizás, en los cursos superiores resulta que saben cómo explicar mejor no sé qué de química, mates o física... no entiendo tanto cambio. Salvo que sea mangoneo...

    ResponderEliminar
  5. Yo por lo menos no voy a forrar mis libros.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  6. Pues estoy muy de acuerdo contigo...eso es una pesadilla y no lo digo como madre sino como hija a la que crecidita le toco la forradera de libros. Esas burbujistas son un fastidio...
    Veremos como es la cosa aca en Belgica pero me tocara esperar unos anitos todavia...aunque crecen volando

    ResponderEliminar
  7. Anónimo3:54 p. m.

    Los libros se estropean muchísimo si el forro. A final de curso acaban con las portadas rotas o los bordes raídos.

    ResponderEliminar
  8. Éste sí que va al colegio de mayores ;)

    ResponderEliminar
  9. ¡No os habéis dado cuenta, que más que forrarse los libros, los que se forran son otros...?
    ¡Quién autoriza esos cambios sibilinos, que impide que se reutilicen...?
    ¿Es que no existen normativas que regulen estos cambios...?
    ¿Quién se forra con esos cambios...?
    ¡Aquí se forra hasta el que vende los forros!
    Los 40 ladrones de Alí Babá eran unos pardillos (y solo eran 40)

    ResponderEliminar
  10. Pues tienes toda la razón, yo y mi mujer sufrimos todo lo que cuentas, sobre todo lo de la perdida de prendas, mi hija en el último mes de colegio perdió tres jerséis; como dices misteriosamente no apareció ninguno a pesar que las cuidadoras lo depositan en un cesto de ropa extraviada.
    No se trata de un expediente X, se debe a que ciertas madres o padres sin escrúpulos son capaces de quitar una prenda a una criatura. Incluso un día le robaron el plumas a mi hijo en un bar, era en pleno invierno y con unas temperaturas bajísimas, no te digo lo que habría hecho de encontrarme al culpable.
    Anécdotas aparte creo que está bien cuidar las cosas pero disfrutando de ellas, es como poner una sabana a un sillón, fundas a los sillones de un coche, coche que luego vendes con la tapicería nueva, tapicería que no has disfrutado a pesar de haberla pagado.
    Saludos

    ResponderEliminar
  11. Seguramente por deformación personal o profesional, valoro todas las cualidades del papel, creo que exageradamente; por lo que no puedo más que estar de acuerdo con tu decisión de ofrecerle ese goce a tu hijo. Lamentablemente, ahora, con la informática, estamos perdiendo muchas posibilidades de ese encuentro, si me lo permitís, casi orgásmico: esos papeles satinados de poco gramaje, silenciosos o silentes; esos papeles de dulce aspereza, como lienzos; esos papeles blandos y suaves, como plumas de cisne; esos papeles hechos a mano con sus bordes “deshilachados”, tan propicios para el arte...

    No lo dudes, si aprende a gozar con el tacto del papel, algo más disfrutará también sus lecturas. Espero que tu medida le enriquezca.

    ResponderEliminar

Gracias por dejar tu opinión.