domingo, 26 de septiembre de 2010

CAMINO DE SANTIAGO


Algunos familiares, amigos y conocidos que han hecho el Camino de Santiago han tenido a bien compartir sus vivencias conmigo, relatarme cómo ha sido su caminar y los sentimientos interiores nacidos de esa experiencia personal y hay algo en lo que todos coinciden, algo que en sí mismo podría parecer tan sólo la lógica conclusión a la que se llega una vez comenzado el Camino y visto en qué consiste, pero que encierra el simbolismo y el verdadero sentido, según todo lo que he podido saber, además de los que cada uno quiera darle particularmente) que tiene ponerse en marcha y alcanzar un objetivo, llegar a la meta, en este caso, a los pies del Santo.

Ese algo al que me refería es la necesidad de ir ligero de equipaje, para lo cual, uno va dejando en el camino todo aquello que le estorba, que no le es imprescindible, que llega a convertirse en un peso que crece a medida que se anda. No solamente físicamente esto es cierto, sino que, como decía, se convierte, según los testimonios escuchados, en la base donde se fundamenta el Camino.

No he tenido la suerte de vivir esa experiencia, no sé si algún día la viviré, pero de las palabras de los que me la han contado he podido constatar algo que también te va enseñando la vida, quizás por eso encuentran un paralelismo entre el Camino y la vida: caminar es vivir, y a la vida llegamos ligeros de equipaje, sí, pero a lo largo de los años nos vamos cargando con muchísimas cosas inútiles y entiéndase por inútiles todas aquellas que no nos aportan nada, que no nos dejan levantar el vuelo, que nos aprisionan la imaginación, que ponen vallas entre nosotros y el de al lado, que cierran nuestras ventanas y nos impiden mirar al cielo o nuestras puertas impidiéndonos salir al encuentro de mundos nuevos, de personas nuevas, de otros Universos dentro de éste...

Todas esas cosas que aportan un plus de peso a la mochila del caminante son las que en cada etapa los peregrinos van dejando, quedándose tan solo con lo imprescindible, aquello con lo que llegan al final, a la meta.

Imagino que al llegar a esa meta a uno no le importará no haber llevado consigo otro jersey que el que lleva ni echa de menos otra cantimplora más que la que lleva o cualquiera de esas cosas que dejó por el camino. Lo que importa es estar ahí, haber llegado.

Al margen de lo comentado, me ha llamado la atención, sobre todo, el cambio o transformación interior, que la mayoría de los amigos y familiares con los que he hablado de esto dicen haber experimentado al realizar el Camino de Santiago. Dan ganas de hacerlo al escucharles. Me gustaría que si tenéis vuestra propia experiencia la contéis ¿es cierto que también habéis sentido algo removerse en vuestro interior? ¿que cambia el concepto que uno tiene de la vida? ¿que pierden importancia cosas que antes del Camino absorbían vuestro tiempo y energía y ganan en ella las que teníais casi olvidadas? ¿que ya no dais por hecho aquello que hay que volver a repetir cuantas veces sean necesarias porque es importante que se sepa?.

domingo, 19 de septiembre de 2010

EL MEJOR PAISAJE DE MIS VACACIONES


Como decía “ayer”...

Andaba yo en el intento de tomar fuerzas y recuperar la fe en las cosas, a la par que intentaba dar esquinazo al desasosiego y a la duda en el futuro, no solamente pensando en primera persona del singular, de mi singular y personal vida (supongo que como cada una de vuestras vidas), sino en primera persona del plural, de la pluralidad de tantas vidas embarcadas en esta nave llamada España que surca mares inciertos, cuando ¡de repente! me topé con esa piedra angular que da sentido a todo y hasta justifica o dulcifica en cierto modo que esta nave, como otras muchas, se parezca más, a veces, a esas pateras cuyo único faro es la esperanza en una vida mejor y, a pesar de su fragilidad, se mantenga a flote: me di de bruces con el ser humano, con los otros.

En mitad de los paisajes del verano, de la mar romántica del marinero o del mar turístico convertido en barbacoa variopinta donde las carnes toman distintos tonos de bronceados; en las alturas celestiales de montañas rodeadas de aire puro, en el pueblo castellano donde en la plaza, al lado del pilón, se aglutina, como en la antigua Roma, la vida y actividad diaria; allá donde he ido, lo mejor, lo más hermoso, lo que diferencia cada lugar, cada espacio, es la presencia de la gente, son las relaciones personales, el conocimiento de aquellos con los que te cruzas y encuentras, sois vosotros y soy yo en cada uno de los lugares. Somos todos.

Por eso, mi cuaderno de bitácora de estas vacaciones, además de estar lleno de imágenes de paisajes y puestas de sol, de monumentos y horizontes azules con sabor a mar, también está lleno de nombres y fotografías de caras sonrientes y felices, o de melancólicas miradas que, por un momento, se escapan de la realidad y se aferran a la alegría que toca su melodía contagiosa.

Mi paisaje de este verano es:



Rosa María, tocaya, que bajo sus sombrillas de seda china, esconde ese color de luna que tiene en la tez, para que el sol no se lo arrebate mientras pasea por la orilla del mar. Su empuje y fuerza para comenzar nuevos proyectos, esa ilusión que tiene puesta en el futuro y que yo, desde aquí le auguro exitoso, me han demostrado una vez más que el ser humano logra cuanto se propone, (creo que esto lo dice algún anuncio de esos que tocan la fibra cardíaca) pero es cierto y, si ese ser humano es mujer, me atrevería a añadir que es inexorablemente cierto.



Y ese paisaje también es y en él está Alima, que me ha enseñado a conocer otras costumbres, a ver de cerca y entender algo que solamente conocía de lejos, a darle un sentido distinto al Ramadán, y con la que he podido practicar mi francés casi olvidado, me ha animado a usar pantalones cortos de los que es fan, y a lo cual yo era bastante reacia guiada por un sentido de la estética poco práctico, lo hice y qué cómodos, por cierto. Alima me descubrió el secreto de cómo lucir mejor las sortijas grandes, las cuales me encantan desde siempre.

Y Mayka es paisaje con sabor aragonés, dulce y leve, una mujer con apariencia de niña de la que me quedó mucho por descubrir pero me encantó aquello que compartí con ella. Espero poder seguir conociendo a Mayka y a Rosa y Alima mucho más en años venideros, en ese lugar común a todas, Alicante, a pesar de provenir de lugares diferentes.

Paisaje castellano manchego es María Paz que, a pesar de haber compartido años y años los mismos lugares y gentes, nos ha unido el facebook en un abrazo y unas fotos para el recuerdo. La alegría del reencuentro y la calidez de sus palabras, y es que los nuevos inventos internautas también tienen su lado humano.

Ha habido más, que ya recordaré por aquí.

Como véis, he tardado en volver, pero vuelvo con fuerzas renovadas y, si bien es verdad, me queda mucha tarea para volver a creer en las cosas, lo que sí tengo a manos llenas es esa fe en la gente que nunca perderé, porque si una mano se cierra, replegada hacia sí misma, y esconde los dedos en su palma, hay muchas más que se abren a la amistad. Si miráramos a los ojos de los que nos encontramos en los lugares donde vamos de la misma manera que admiramos un cuadro, un monumento, un paisaje, descubriríamos los otros tesoros de nuestras vacaciones.

El recuerdo de todas ellas dibujan el mejor paisaje de mis vacaciones.