jueves, 13 de enero de 2011

OTRA CALADITA A LA LEY ANTITABACO


Compañeros de la blogosfera y otras galaxias similares, tales como Facebook o Twitter, podéis imaginaros que mis deseos para todos vosotros en este año recién estrenado, no pueden ser de otra manera ni otros que los mejores, los más positivos y los más llenos de cariño que pueda desear. Y no es una exagerada muestra de generosidad por mi parte, ya que desear es gratis, sino que, creedme, cualquier anhelo de felicidad, prosperidad y éxito que tengamos los unos para los otros en este año y, si Dios no lo remedia, en algunos más, se nos van a quedar cortos con la que está cayendo. Pero no quiero ser pesimista en ésta, mi primera entrada del año en el blog de mis amores.

Dejando aparte otros temas de cuyo nombre ya he dicho que no quiero acordarme (empieza por “cri” y acaba por “sis”), para mí, el año comenzó con la buena noticia de que voy a poder ir a tomar una caña, a comer o a tomarme un café, sin que mi ropa, mi pelo y todo lo que lleve puesto vuelva impregnada del desagradable olor que deja el tabaco en las cosas. Quizás mi postura parezca egoísta, pero no lo es.

Estaréis hartos del tema, lo sé, pero me gustaría darle otra caladita a la Ley Antitabaco desde aqui y compartirla con vosotros. He sido fumadora, lo reconozco, y no ocasional sino de paquete diario, pero puedo decir bien alto que siempre he tenido en cuenta como muchos de los fumadores que conozco que si voy a contribuir a causarle como mínimo una carraspera al que está al lado con el humo de mis cigarros, lo menos que puedo hacer es preguntarle si le molesta o no. También he sido víctima muchas veces, siendo ya ex -fumadora de bocanadas en plena cara sin ninguna consideración del humo de los otros, cuando trataba de llevar con resignación mi alejamiento del tabaco y superar estoicamente la dura etapa del principio.

A pesar de todo, quiero transmitir el mensaje, optimista y positivo, de que si yo conseguí dejar de fumar cualquiera puede hacerlo, pero eso sí, siempre y cuando quiera hacerlo, porque la libertad de elección es algo que siempre hay que respetar.

Dicho lo anterior, y habiendo dejado claro que me congratulo con la Ley, también tengo que romper una lanza a favor de mis ex-colegas del pitillo, invento español por cierto, diciendo que no me parecen bien las formas que se están utilizando para hacer cumplir dicha Ley como tampoco me parece de recibo e incluso tacharía de obsceno el hecho de que el Estado se siga lucrando de aquello que prohíbe (aunque no lo prohíba del todo, lo limita muchísimo).

Por un lado, en tono paternalista, el Gobierno nos dice que dejemos de fumar, que es malo para la salud y que España no puede permitirse el gasto que generan las enfermedades causadas por el tabaquismo. Por otro lado, sin embargo, el Gobierno se sigue beneficiando del vicio del fumador sacando de cada paquete pingües beneficios en forma de impuestos. ¿Cabe mayor hipocresía?.

Pensando en el sector de hostelería, es especialmente hiriente que a los dueños de bares y restaurantes, hace menos de cinco años, les obligaran a desembolsar una cantidad de dinero para adecuar sus establecimientos a la Ley, y ahora les digan que ni con la reforma ni sin la reforma se puede fumar en sus locales. No creo que muchos de ellos hayan amortizado el gasto de las obras que hicieron en su día.

Esos mismos hosteleros ahora se devanan los sesos pensando el modo de capear este toro que les toca en suerte y gastan en estufas, carpas, mantas y todo tipo de inventos sus ahorros, para que sus clientes, aún fumadores, no se sientan, con perdón, en la puta calle.

Pero, una de las razones que más fuerza ha tenido a la hora de que rompa aquí y ahora esa lanza a favor de los fumadores son las declaraciones de Leyre Pajín instando a la gente que denuncie a los que incumplen la norma, ya sean los dueños de los establecimientos como los fumadores.

Por un momento, he imaginado un ejército de chivatos escudriñando los rincones de los bares, olisqueando el aire para descubrir cualquier traza del humo malévolo por insignificante que sea, mirando de reojo las manos de la gente para descubrir la huella amarillenta de la nicotina y observar cualquier movimiento extraño, y qué queréis que os diga, me han venido a la mente los días del colegio y de cuando lo peor que se le podía llamar a un alumno entre los compañeros era ¡chivato!

Para encajar en el perfil de chivato/a en potencia han de darse tres circunstancia: no ser fumador, frecuentar lugares públicos cerrados y tener muy mala leche. Como sea que cumplo dos de los puntos del perfil, al igual que la mayoría de la gente no fumadora, os confieso que cuando voy a algún restaurante o bar me siento inexplicablemente incómoda porque, mire donde mire, rezo para no encontrarme a nadie fumando, no vayan a creer que soy una chivata. El tercer punto, el de la mala leche, ni se ve, ni se nota, pero existe, y si no que se lo pregunten a los primeros mil denunciados nada más salir a la calle la Ley.

Resumiendo,creo que no hay nada mejor que dejar ser libres a las personas, me quedo con lo que dijo William Bulger: "No hay mejor medida de lo que una persona es que lo que hace cuando tiene completa libertad de elegir".