jueves, 23 de junio de 2011

NOCHE MÁGICA, NOCHE DE SAN JUAN


Esta noche de luna y de fuego, la memoria enciende hogueras y el corazón apila cachivaches inútiles que ya no necesita: historias, recuerdos, viejas fotografías, instantáneas de momentos que ya no volverán, y si volvieran no serían los mismos. Hay que quemar aquello que no cabe ya en nuestra vida, lo que llena de vacíos la existencia, todos los sentimientos que arañen el alma y hagan heridas por dentro.

Hay que quemar las cosas, todas aquellas cosas que acumulan en sus átomos la huella de lo que fue y ya no es, el antiguo sofá donde soñamos ser protagonistas de la película, la mesa donde comimos el pan envuelto en miradas y la sal de las palabras dulces, los lienzos que recogieron el calor de los cuerpos, la imagen del amor plasmada en todo su esplendor con los colores del arco iris que, sin embargo, hoy lucen desvaídos, sin el brillo que le daba la frescura de la ilusión siempre viva.

Quemar lo viejo, lo caduco, quemar la cobardía de quien se cruza de brazos y esconde la cabeza bajo el ala, quemar la mediocre existencia de quien no puede saltar arroyos ni cruzar puentes, quemar la actitud conformista de quien piensa que las nubes solamente son vapor de agua y no son capaces de ver las mil formas que presentan, quemar aquello que pone lastre en nuestras vidas.

Purificar el silencio que, sin embargo, nos llena, y destruir en las llamas aquellos silencios que matan, que aniquilan la confianza, que destruyen lo más bello: las voces del alma, del corazón, de lo más íntimo y puro que poseemos.

Todo lo que nos corte las alas, hay que quemarlo, no hay sacrificio más inútil que aquél que no beneficia a nadie, acallar el corazón no conduce más que a engañarse a sí mismo.

Os deseo una feliz noche de San Juan, renaced cada uno en vosotros mismos como yo renazco en mí.