viernes, 8 de agosto de 2014

ÉL










La dulzura de su voz era en mis oídos como la lluvia suave que cae tras la ventana, llegaba a mi como el eco del regato que transcurre cantarín por las acequias. Sus ojos eran caricias, despojadas de cualquier mácula de idea preconcebida. Sus manos me arrullaban en abrazo que unía en uno sólo los latidos y nunca me senti desnuda cuando estaba junto a él. Su amor era un regalo a todas horas, sin fecha, ni medida...y los besos, como flores de algodón, brotaban y crecían.

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