martes, 23 de diciembre de 2014

LA BELLEZA




Se vio reflejada en el agua y quiso reconocer la mujer que creía ser, la que sentía por dentro, esa belleza serena que convertía sus pensamientos en melodías hechas de palabras y silencios. Creyó que vería su largo cabello negro, como la noche, y en él, el adorno de estrellas diminutas que brillaban enmarcando su rostro, terso y blanco como la nieve. Pero, en lugar de eso, una cara ajada por el tiempo y surcada de arrugas minúsculas, sorprendida y asustada, miraba directamente a sus ojos desde el agua.

No quiso enfrentarse a la realidad, aquel rostro no era el suyo, aquella cara no tenía la belleza que brotaba en su corazón, fuente inagotable de vida y esperanza, de risas cristalinas, de futuros aún por venir...Aquella cara, definitivamente, no era la suya. En un ademán disimulado, como no queriendo dar importancia a lo visto, producto, sin duda, de las luces confusas de la luna en el mar, y alguna estrella perdida que deformaba las sombras, tocó el mar con caricia de amante contrariada, rechazando el regalo que éste le ofrecía, su imagen en la plata con que la luna pintaba el agua, y rompió la imagen en mil ondas minúsculas que se esparcieron en círculos concéntricos, mil caras deshechas, dos mil miradas acuosas disolviéndose en la mentira de un sueño de agua y sal. Siguió la barca deslizándose sobre las flores, espejismo que creía con el alma.

Del aleteo de las mariposas nacía la brisa para mover su vela. Dormitaba la beldad con sus ojos entornados, soñando, siempre soñando...mientras la realidad se alejaba en círculos cada vez más grandes...¿Quien era ella de verdad?

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