domingo, 15 de marzo de 2015

DE CARNE Y HUESO



Cuando pienses en mi, hazme el favor, de no envolver tus recuerdos en la seda de colores que regala el amor e idealiza en la distancia. Quita las alas de ángel de mi espalda y pon en mi frente la arruga que dibujaba el asombro en mi expresión embobada, cuando contabas historias que parecían increíbles; recuerda los pequeños surcos que se formaban alrededor de mis ojos, cuando reíamos a carcajadas y el trazo de mis hoyuelos que ya se iba alargando, cada vez que mis labios te regalaban sonrisas.

Piensa en mi caminando cansada, cuando los tacones se convertían en tortura y me ofrecías tu brazo en un amoroso gesto. Desecha de tu mente mi imagen haciendo filigranas en la pista de baile y recuerda tan sólo el vaivén de unas caderas, que se apretaban demasiado en los tejanos, debido a los kilos de más, que ponían en ellas las cañas compartidas en nuestras largas charlas de tardes de domingo.

No des a mis ojos en tu memoria colores imposibles, ni borres las huellas que dejaban en ellos las numerosas noches, noctámbulos los dos, entre besos y confidencias jamás contadas, cuando te miraba ladeando la cabeza, en mi mano apoyada.

No creas que levito, ni vuelo, ni siquiera me deslizo por la acera... ¡no es que no quisiera!, sencillamente, mi amor, la gravedad me lo impide, la gravedad de los años vividos, de los pasos dados, de las experiencias acumuladas, la gravedad de ser tan sólo una mujer de carne y hueso, eso sí: ¡enamorada!

Si quieres encontrarte con aquélla, perfecta, sutil, etérea, bella, infatigable, elegante, divertida, maravillosa mujer, sin la pinza en el pelo sujetándose el flequillo, con las uñas recién pintadas, en el peso ideal, bailarina voladora...asómate con cuidado, sin caerte, al balcón abierto de mi alma. Allí te estoy esperando, como siempre, con el amor intacto y las alas prendidas en mi espalda.


jueves, 12 de marzo de 2015

GUADIANA



Me asomo al Guadiana por los ojos de sus puentes. En la memoria, aún, el sol derramándose en la Alcazaba. Los bancos de sus orillas guardan ecos de palabras de amor, y ese sonido sordo, inconfundible, de labios que se juntan para regalarse besos.


Creí oír sus pasos acercándose, recortada su figura a contraluz, mientras el sol era hoguera que quemaba la distancia, sonaban lentos sus andares de paseo, a media tarde, saboreando el tiempo y el paisaje.


Creí que extendía sus manos hacia las mías, y adiviné una sonrisa en su cara...¡qué corazón el mío tan loco y tan extraño!, escapándose del pecho para correr a su encuentro, ¿o quizás vive en él y viene a mi para indicarme el camino?.