jueves, 26 de febrero de 2015

EN MANOS DEL TIEMPO




Rodea mi cintura el invisible hilo del destino que enlaza vidas como quien junta flores,
para tejer guirnaldas de colores imposibles. Bajo la atenta mirada de una luna nueva, que sostiene entre sus manos la espada que Damocles temió en su día. Somos marionetas cubiertas de pétalos que se mueven en manos del tiempo.

Estas ganas de abandonarme al vaivén de tus idas y venidas y hacerlas cotidianas,  de renegar de la sangre y convertir en vino el agua que apaga la sed de lo correcto,  hacen que tiemblen las columnas de mi templo, fortaleza en la que vivo y sueño. Tiembla esta vida, segura y placentera, que fui haciendo con las pequeñas cosas que conquisté a lo largo de los años.


Aquí me tienes, sin voluntad ninguna, a merced de las horas ignotas, durmiendo cada noche en el regazo de la espera, temiendo despertar y que no estés a mi lado. Mis pétalos se tiñen del color de tus ojos.

martes, 24 de febrero de 2015

EL

Crea un Universo de dos y lo pinta de azul con su sonrisa, derrama estrellas en mi piel para que brillen mis sueños, inventa continentes nuevos donde escribir nuestros nombres y me besa dulcemente cada vez que me mira. Las horas son nuestras, y los días...y ese tiempo infnito que cabe en un abrazo.

Amar, a veces, es contemplar como la vida pasa y fluye serenamente...mientras la noche llega y se acomoda a nuestro lado, sintiendo pegado a ti el latir y la respiración de quien te robó el aliento y te lo devuelve para que hagas ramilletes de suspiros..

lunes, 9 de febrero de 2015

HE APRENDIDO



Con el tiempo, he aprendido que el amor vuela siempre con alas prestadas, porque por sí solo apenas podría  levantar del suelo la carga de expectativas que ponemos en él. Pero ¿quien le presta las alas al amor?: la libertad, la generosidad, la ilusión puesta en el mañana y una serie de interrogantes que casi siempre tiene en nuestro interior una respuesta positiva.


Aprendí que el amor no puede enjaularse, aunque la jaula esté hecha de oro y promesas preciosas, ni amarrarse en dique seco por mucho tiempo, porque necesita sentir la profundidad del océano, el agua acariciando la quilla de su barco e inflar sus velas con el viento que le empuje hacia un horizonte que, aunque sepamos lejano y adivinemos inalcanzable, divisemos como posible y cercano.


Aprendí que amar no significa habitar en el corazón del otro, sino que la unión de dos espacios diferentes formen una sola morada; amar es compartir el aire, la tierra y el fuego de un hogar nuevo con leña que se estrena, en la ilusionada espera de una victoria total sobre la soledad. Es el devenir cotidiano de una vida que se despega de la materia con cada beso que premoniza paraísos, cada mirada vaticinando paisajes nuevos.


 Aprendí que el amor es un pacto de honor y lealtad y un par de billetes que se adquieren para un viaje sólo de ida. Pero también aprendí que, a veces, uno se baja antes de llegar al destino porque el compañero de viaje se convierte en un desconocido con el cual no tienes nada en común, salvo una época compartida de tu vida y algunos sueños forjados al amor de una lumbre que se apaga con los años, volviendo fría la casa que se habita.


...Y sé que el tiempo de aprender no está marcado, ni hay relojes capaces de medirlo, porque mientras exista un hálito de vida y haya un corazón capaz de palpitar, el amor puede desplegar sus alas, aunque éstas sean prestadas.