lunes, 17 de diciembre de 2012

SU NOMBRE ES EL SEÑOR



¿Cómo fue...?

...Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”.

Estas palabras son para ti que dices tener fe y te llamas cristiano, para ti que vas cada domingo al templo y eres Iglesia porque estás bautizado, y siendo para ti, también lo son para mi que me llamo todo eso contigo.

Pero si tú no eres cristiano, ni tienes fe, ni vas a celebrar la Palabra al templo, ni estás bautizado, o estando te sientes ajeno a Cristo, quizás también sean para ti inspiración de algo bueno, porque hablan el idioma universal del amor, y el amor no tiene color, ni raza, ni religión, aunque yo ahora te hable desde la mía.

Son las palabras del Evangelio según San Lucas, donde narra cómo vino Jesús al mundo. ¡No había lugar para ellos!, nos dice, nadie quería acogerlos, y resulta paradójico que habiendo pasados tantos siglos, aún no hayamos podido encontrar un lugar donde acoger al Señor. Aún no sabemos muy bien donde colocarlo y lo que hacemos, sencillamente, es decirle que no hay sitio, cerrar puertas y ventanas. Tenemos el alma herméticamente cerrada, Jesús no encuentra donde nacer.

Y es que buscamos para Él tronos tapizados de ricas telas, o rincones tan alejados de la luz del día que hay que poner luminarias, lo hemos elevado a lugares donde la mano no alcanza, ni la vista apenas puede ver las heridas eternamente sangrantes de sus manos y pies, de su costado.

Y ese bebé recién nacido que es el Jesús más amable a la vista y a la conciencia, esa imagen del niño que hemos pintado según nuestras costumbres y culturas, cambiante según el rincón del mundo donde llegue, esos innumerables ropajes que le hemos puesto y la multitud de rostros que le hemos dado al Señor, apenas dibujan la infinitud de los que realmente tiene.

Porque Él es todas y cada una de las caras que nos cruzamos por la calle, porque su mirada son todas las miradas y su voz todas las voces, siente el frío y el calor y el hambre, siente la guerra y la sed; Siente cada día cómo el sol se pone y aún hay niños que mueren porque no nos acordamos de darles de comer, porque aún nuestra conciencia no grita lo suficientemente alto para que la escuchemos. Siente que estamos construyendo un mundo en el que los niños matan a los niños, ¿qué clase de sociedad destruye la esperanza de su futuro como estamos haciendo nosotros?. Cristo siente que no hay espacio para el amor porque tenemos ocupado todo con la ira y el odio que nos enfrenta.

El auténtico brillo de la Navidad, las luces y las sombras de este acontecimiento que queremos celebrar, son nuestras propias luces y sombras. Vendrá cuando dejemos que el Amor venga, vendrá cuando queramos de verdad darle cobijo, porque, mientras tanto, está y no le vemos, está y no sabemos cómo llegar a Él, mientras no sepamos como llegar al prójimo. ¿Recordáis esta canción que cantamos los Domingos en el templo?

Con vosotros está 
y no le conocéis. 
Con vosotros está, 
su nombre es el Señor. 

Su nombre es el Señor y pasa hambre, 
clama por la boca del hambriento, 
y muchos que lo ven pasan de largo 
a caso por llegar temprano al templo. 
Su nombre es el Señor y sed soporta, 
está en quien de justicia va sediento, 
y muchos que lo ven pasan de largo 
a veces ocupados en sus rezos. 

Su nombre es el Señor y está desnudo, 
la ausencia del amor hiela sus huesos, 
y muchos que lo ven pasan de largo, 
seguros al calor de su dinero. 
Su nombre es el Señor y enfermo vive, 
y su agonía es la del enfermo, 
y muchos que lo saben no hacen caso: 
"tal vez no frecuentaban mucho el templo".

Su nombre es el Señor y está en la cárcel, 
está en la soledad de cada preso, 
y nadie lo visita y hasta dicen:
"Tal vez no era uno de los nuestros". 
Su nombre es el Señor, el que sed tiene, 
quién pide por la boca del hambriento, 
está preso, está enfermo, está desnudo, 
pero Él nos va a juzgar por todo eso.