lunes, 30 de julio de 2018

DONDE QUIERA QUE ESTÉS



Hoy, mientras tomaba el café con mucha prisa y sin tostada, antes de ir al trabajo, sin peinar aún, y con la blusa a medio abrochar,  pegado todavía el sueño en mi cara de lunes, que suelo tapar con un par de brochazos de polvos, colorete y lápiz de labios, estaba yo pensando en “mis cosas”, algunas de las cuales se convirtieron en “mías” porque dejaron de ser “nuestras”, cuando, sin avisar y a traición, proveniente de la radio de algún vecino, se ha colado una  canción por mí ventana. Iba a maldecir la música y lanzar improperios, pero algo me detuvo.

De repente, me he desmadejado en la silla de la cocina,  arrellanando mi mente en el pasado,  la prisa se ha esfumado como por arte de magia dejando abierta la puerta del lugar donde atesoro la vida. Los recuerdos  han entrado en tropel invadiendo la cocina y el alma,  vistiéndola de domingo, o mejor aún, de viernes por la noche.

Han entrado tu voz, tu presencia, la risa tonta, la caricia sutil en mi mejilla y la salvaje bienvenida de nuestras bocas devorando el tiempo, el espacio y la piel, cuando volvías de viaje.

 La canción sonaba,  y su letra se ha hecho palabra y carne susurrada en la voz de Serrat directamente a mi oído y ha venido a rescatar del supuesto olvido, donde debían estar, las horas que nos unieron en ese mismo lugar.

“Donde quiera que estés, te gustará saber que te pude olvidar y no he querido…”

Me he dado cuenta entonces de que existe una razón para que la música sea necesaria, como lo son las flores,  o la belleza que se plasma en tantas cosas que nos rodean,  porque aunque falte el pan y sólo tengamos agua (o café), el corazón no puede ni debe pasar nunca hambre, alimentan sus latidos las cosas que nos hicieron vibrar, sentir, soñar, vivir y morir,  las cosas que han quedado en la retina del alma.

“…que por flaca que fuese la vereda no malvendí tu pañuelo de seda por un trozo de pan”.

No morirán los momentos que nos hicieron felices, ni tampoco los otros, los que nos atravesaron la vida partiéndola en dos, porque vivir es eso,  subir y bajar, levantarse y caerse en el camino, sin atajos ni veredas.

“…Y que jamás, por más cansado que estuviese, abandoné  tu recuerdo a la orilla del camino”.

He sido consciente de que ya era tarde para algunas cosas y, también,  se me hacía tarde para el trabajo, pero una fuerza superior a mí me retenía en la cocina,  pegada a la silla, mirando a la ventana abierta,  hasta escuchar la canción entera, necesitaba oír más, mi corazón necesitaba que el mensaje de ida y vuelta de su letra, saliera del patio de luces hasta volar a tu encuentro, y se quedara también en mí, besando la vieja herida de tu marcha.

“…Y por fría que fuera mi noche triste, no eché al fuego ni uno solo de los besos que me diste”.

Ha sido entonces cuando el patio de luces y mi pequeña cocina han sido testigos de la redención de mi conciencia por una canción, no tengo ningún reproche hacia ti, te doy las gracias, porque

“Por ti brilló mi sol un día y cuando pienso en ti brilla de nuevo, sin que lo empañe la melancolía de los fugaces amores eternos.”

Ojalá te llegue mi mensaje
“Donde quiera que estés, si te acuerdas de mi”.

Mª Rosa Rodríguez Palomar
30 de julio de 2018

domingo, 22 de abril de 2018

PRIMAVERA TARDÍA

Viniste a mi como llegan las primaveras tardías, para alejar los inviernos que duran demasiado. Llegó el viento de tu voz y arrasó con los recuerdos que derramaban tristezas sobre el lienzo de mis sueños y el pájaro del olvido se posó en el alféizar de mi ventana alejando con su aleteo todas las espinas de las rosas marchitas. Ya no existe nadie que no seas tú, mi presente, la ilusión de mi mañana. Tu abrazo es la fuerza que me envuelve mientras inventas caricias con tus miradas que me estremecen. Son mis horas tan tuyas y mis días tan tuyos, que tu nombre se funde con mi piel y se pasea en mis labios a punto de pronunciarse a cada instante. Cuando el amor desborda el alma, no existe ningún “te quiero” que pueda contenerlo entre sus letras.

Copyright María Rosa Rodríguez Palomar