
A veces, la nostalgia es como un pañuelo de seda que apenas se nota, pero se enrolla en el cuello del alma y, según pasan los días, aprieta un poco más. Otras veces la nostalgia tiene dedos que atenazan, pellizcan, duelen... La nostalgia no se puede controlar, no puedes cerrar los ojos y decir: ¡Vete!, no puedes, sencillamente. Sólo puedes aprender a vivir con ella y cuando sientas su aliento cerca y sus dedos largos próximos, intentar llenar tu mente, tu tiempo, para mitigar la ausencia, olvidar lejanías, embotar el recuerdo, acallar su voz con otras voces, pero sabiendo que cualquier día, volverá.
Se posará suavemente, sin que la veamos, y esperará ahí, agazapada, para asaltarnos cuando menos la esperamos. La nostalgia no es simplemente echar de menos a los que amas, a los amigos, los lugares y las cosas, nostalgia es saber que la dicha, tu dicha, está donde están ellos.
La RAE dice que Nostalgia es:
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida
Bueno, para mí hoy la nostalgia es haber oído la voz de mi hijo por teléfono diciéndome que se había caído y se había hecho una herida en la rodilla, para mí es saber que no estaba yo allí para soplar su herida cuando le escoció, ni para poner el agua oxigenada, ni siquiera para decirle lo valiente que es porque no se queja. La nostalgia siempre tiene nombres y caras, siluetas, olores, sabores, nunca es anónima.
Y he tenido que venir al ciber a escribir esto y llorar de esta manera, en lágrimas-palabras, por no llorar lágrimas-lágrimas que seguramente vendrán a mí de todos modos cuando menos me lo espere.