
Hoy he votado por correo y todavía, a pesar de haber ejercido ya muchas veces mi derecho y mi deber de votar, el hecho de meter la papeleta en el sobre y éste en la urna, esta vez en el mostrador de Correos, me produce un sentimiento especial.
Es el derecho a manifestar lo que opino, lo que quiero, a quien apoyo y doy mi confianza, es el deber de participar en la evolución de mi país, haciendo que las cosas cambien o sigan como están. Mi voto es mi voz.
Porque cuando mi voz se traduce en una papeleta con unas siglas determinadas, estoy metiendo también en el sobre mi esperanza y la ilusión de que determinado proyecto tenga cabida, se desarrolle y se cumpla; y porque lo hago con la responsabilidad con la que elegiría, para mí y para los que quiero, lo que yo creo mejor; Por todo ello, me siento agredida moralmente si alguien menosprecia mi voto o a los que yo he votado, si alguien me llama “imbécil” por votar otro partido que no es el de ellos, si alguien me llama “turba mentirosa”, si alguien se mete y arremete contra mis creencias denominándolas “teocracia humillante y estúpida”, si alguien dice que “lucha con la palabra” y luego resulta que esa palabra equivale al insulto.
Defienden la alegría desde un sentimiento oscurantista de venganza y así no hay alegría completa, siempre tendrán la espina clavada de que hay otros que no opinan como ellos, de que la libertad de opinión y expresión pasa por aceptar que aquí no hay un partido único, que ese monolitismo significaría retroceder en el tiempo y en la Historia.
No quiero inhibirme, cruzarme de brazos, silenciar mi voz, mientras forme parte de un grupo de personas a las que nos unen demasiadas cosas, muchas más de las que nos separan, territorio, lengua, Historia en común y no quiero hacerlo porque el día de mañana a mis hijos, tal vez a mis nietos, podré decirles que yo también fui protagonista y tomé parte en esa Historia, combatí lo que creí malo y defendí lo que me pareció bueno para la España que les dejaremos en un futuro.
Y porque les enseñaré que si algo no les gusta, si quieren cambiar algo, su voz y su voto pueden hacerlo. No hay más caminos.
Me produce tristeza el hecho de que mucha gente se desencante de la Política, cierto que dentro de ella hay mucha mezquindad, mucha hipocresía, mangoneo, mamoneo...todo lo que se quiera, precisamente por luchar contra todo eso voto, porque si no lo hiciera pondría una mordaza en mi boca. Cada vez que hay Elecciones, voto con todas mis fuerzas, con el corazón y la cabeza.