Se puede
ser héroe sin espada ni escudo, sin superpoderes ni trajes
especiales, sin pócimas milagrosas, se puede ser héroe faltando
muchas de las cosas que parece que identifican a los que realizan
hazañas heróicas, pero hay un elemento indispensable, algo sin lo
cual no se puede llegar a ser un héroe y es el CORAZÓN, sin
corazón no se puede enfrentar uno al peligro con el arrojo y la
valentía con que tú lo hiciste, con la decisión firme de salvar a
alguien de una amenaza inminente. Si no se tiene un grandísimo y
enorme corazón que lata en el pecho y bombee la savia de generosidad
y ayuda hacia los demás, de amor por el otro, de protección al más
débil en cualquier situación, nadie puede convertirse en héroe.
Tú ya lo eres, Ignacio, un héroe
con corazón, un héroe sin armadura, pero sí con una montura, al
galope de tu monopatín sentiste el impulso irrefrenable, la llamada
de esa savia que corría por tus venas de la valentía en estado
puro, que te llevó a correr hacia los terroristas cobardes y
defender y salvar con firmeza la vida de aquellos que estaban
abocados a perderla en manos de los que, sin embargo, carecen de
corazón, y sólo tienen sitio el valle de las tinieblas de los
cobardes.
¿Sabes una cosa, Ignacio?
Últimamente, ser español dolía, y mucho, a quienes amamos a
España, llevamos clavadas en el alma muchas malas acciones de
algunos hijos egoístas y descastados de nuestra Patria, nos dolía
la desvergüenza de quienes se aprovechan de la bonhomía de la
mayoría, nos dolía la tibieza de quienes no la defienden lo
suficiente, nos dolía la ingratitud de quienes la denostan. Nunca
renegábamos de ella, pero sentíamos que había muchas manzanas
podridas en el canasto que apagaban el brillo que antaño España
lució. Hoy, tú y tu heróica acción, redime a España y al ser
humano, resucita la esperanza, aviva la fe. Se me ensancha el corazón
y me llena de orgullo el pensar que tú y yo somos compatriotas.
A tí, Ignacio, nadie te ha
matado, a tí unos terroristas cobardes lo que han hecho ha sido
arrebatarte y robarte a traición esta vida terrenal que se cuenta en
años, y nadie sabemos cuántos nos tocan, tú has dado sentido a
cada uno de tus 39 años, has revestido de eternos los días que
compartiste aquí en la Tierra.
Tu vives, Ignacio, ¡vives y
vivirás por siempre!, has hecho inmortal tu nombre y nadie puede
arrebatarte eso, nadie puede asesinar la eternidad, no hay cuchillo
traicionero que por la espalda o de frente, pueda quitarte el lugar
que la Historia te tiene reservado, el Hogar de los héroes.
Gracias a ti y a tu familia por la
generosidad y el ejemplo demostrado. Descansa en Paz, admirado
Ignacio.