Cuando leí a mi admirado Khalil Gibrán escribir que nuestros hijos no nos pertenecen, que son hijos de la vida y que nosotros, los padres y madres, tan sólo somos el arco del cual ellos, como flechas vivas, son lanzados a esa vida que trata de llenarse a sí misma, no imaginaba de qué modo se me iban a quedar cortas sus palabras con el tiempo.
Estos días he sentido el orgullo, la grandeza y la importancia de ser ese arco y también he sentido que la flecha puede multiplicar el impulso que nosotros le demos, hasta el infinito y....más allá!!
La razón por la cual no he actualizado el blog y de mi ausencia estos últimos días por la blogosfera, ha sido otro viaje a Alcalá de Henares, a ejercer de madre orgullosa, casi diría de madre babeante. He acompañado a mi hija Mercedes a recoger su Premio Extraordinario Fin de Carrera y el reconocimiento como mejor expediente académico en la Licenciatura de Derecho.
Durante estos días, en los que hemos asistido a dos ceremonias, preciosas y emotivas, no he podido por menos que echar la vista atrás, cuando empezó su vida académica, justo el primer día que la llevé al colegio vestida con un baby de cuadritos en el que yo misma había bordado su nombre, quizás ahí fue cuando me di cuenta por primera vez que sí, que Gibrán tenía razón y mi hija mayor primero y más tarde su hermano pequeño, ya no eran hijos míos, sino que eran esas flechas a las que, muchas veces, los padres, queremos ver llegar a la diana soñada, deseada, quizás la que nosotros no pudimos alcanzar. Dice Gibrán, que sólo el Gran Arquero ve la diana en el camino del infinito.
Mercedes nos ha acostumbrado a la cotidianeidad de los sobresalientes y las matrículas de honor, desde aquél primer día de colegio, donde empezó a recoger sus primeros “progresa adecuadamente” o “destaca” lo cual no quita para que siempre haya sentido verdadera satisfacción por su trabajo y por los frutos logrados. Lejos de la imagen de la típica “empollona”, es una niña a la que le vuelven loca los “trapitos”, salir con sus amigos, bailar y divertirse...eso es algo que, además de otras cosas, ha heredado de mi, lo reconozco.
Siempre he tenido una especie de pudor, una postura políticamente correcta que me sujetaba a la hora de “presumir” de mi hija, pero hoy en este espacio íntimo y a la vez público, quiero echar a volar todas y cada una de las veces en las que por ella, por ser su madre, he sentido el corazón henchido de orgullo, por todas las veces en las que no me hubiera cambiado por nadie en el mundo por tener los hijos que tengo, porque me hace feliz pensar que, aunque no me pertenezcan, hay una parte de mi que vivirá en ellos.
Ya he felicitado personalmente a mi hija y la he llenado de besos y sólo me queda decirle algo que no le he dicho, voy a quitarme de encima el pudor y aunque a lo mejor suena vanidoso, y parezca presuntuosa al decirlo...¡qué le voy a hacer! es la verdad, Mercedes, hija, ¡viva la madre que te parió!.
Imagen: Mi hija, Mercedes y el Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, D. Virgilio Zapatero.