Queridos amigos, os confieso que yo también soy culpable, pero quizás estemos a tiempo....
Pronto se llenarán las calles, los lugares de trabajo y las casas, de frases impregnadas de buenos deseos, de felicitaciones que se cruzan y servirán de inicio o de fin en encuentros de amigos y de familia. Parece que se abrió la veda y hay que sacar el corazón a pasear, a modo de cometa, de vela, de flor, de adorno del árbol de Navidad, los corazones han de brillar en estas fechas por decreto social, por norma.... ¡Por narices!.
Seguro que tanto vosotros como yo
estáis hartos de presenciar como, después de la fiesta, al igual
que se recogen los confetis y las serpentinas del suelo, los
cristales rotos y la broza para meterla en el contenedor de la
basura, plegamos las alas de los corazones y los escondemos, para
volver a ser como éramos, volvemos a ser esos que llevamos una venda
en los ojos, auriculares en los oídos que nos impiden oír las voces
de los otros, volvemos a cruzar los brazos, a apretar el paso hacia
nuestra rutina y guardar en nuestro pecho, cerrado a cal y canto, el
corazón, bajo las siete llaves del egoísmo y la indiferencia hacia
todo lo que no sea nuestro pequeño universo, de puertas para
adentro.
Hace falta que quitemos el polvo y
las telarañas a esos sentimientos altruistas, sí, pero no para que
asomen su patita bajo la puerta de la seguridad de nuestro bienestar,
de la calidez de nuestros hogares, no como un niño que en su timidez
apenas se atreve a asomar su naricilla por la puerta entreabierta del
salón, y ver los invitados que llegan. No como el que espía tras la
mirilla, no como quien se arrellana en su butaca del teatro para ver
cómo los demás interpretan la obra, no para vestirse de fiesta y
posar para la foto....¡No!.
Hay que remangarse y meterse en faena, dejarnos de formalidades y darnos de verdad al otro, que las palabras no sean meros formulismos sociales, que recordemos que el prójimo no es solamente el que está al lado, sino también el que necesita de nosotros, aunque esté lejos.
Es fácil decirlo, lo sé, y lo difícil es hacerlo, pero cada uno sabe perfectamente lo que puede poner a disposición del hermano. Unos tienen tiempo, otros, dinero, otros palabras, otros alegría...Todo para que el corazón no sólo brille en Navidad, sino durante todo el año.
Os confieso, amigos, que yo
también soy culpable.....pero quizás vosotros y yo estemos a
tiempo de hacer que sea una FELIZ NAVIDAD.
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