Leo una noticia que viene de Nairobi, cuya fuente es Reuters: “El ministro de Asuntos Juveniles de Kenia, Muhammad Kuti, ha propuesto cambiar la definición legal de joven para extenderla a cualquier persona que tenga entre 15 y 50 años, lo que supone un aumento de 20 años en el límite que normalmente se considera para la juventud”.
Esto me hace reflexionar sobre el asunto de la edad, los años, la juventud, la vejez, en fin, sobre algunas cosillas que quiero compartir aquí con los que me leáis.
Todos hemos tenido alguna vez la impresión de que nuestra edad biológica no se corresponde con el estado de ánimo que tenemos en determinadas etapas de nuestra vida.
Cuando somos jóvenes, nos asalta el deseo de poder tener más edad para conseguir aquello que anhelamos, y cuando los años van viniendo a nosotros, añoramos nuestra juventud, nos sumimos en una nostalgia que, afortunadamente, dura poco tiempo, más que nada porque si viviéramos en una permanente añoranza de los tiempos pasados, no avanzaríamos y nos perderíamos vivencias maravillosas que son patrimonio de las distintas edades del hombre.
Claro que hablo generalizando, porque siempre han existido aquéllos que se niegan en rotundo a aceptar sus años, instalándose en una especie de limbo intemporal, donde, al igual que en el de la Biblia, habitan las almas sin bautizar.
En este caso, el bautismo consistiría en empaparse del agua de la vida, de la aceptación y acogimiento de esos años que nos hacen crecer, madurar, y, mucho ojo, no tienen por qué hacernos envejecer.
En alguna ocasión he conocido jóvenes que presentaban un desencanto tal, que se diría que están en plena senectud. También he conocido ancianos que lo eran sólo en años acumulados y poseían tantas ilusiones y vitalidad, o más, que el número de años vividos.
Por tanto, deduzco que la otra juventud, no la de los años, sino la del espíritu, no tiene límites de tiempo, ni puede ser patrimonio nada más de los que ostentan un número determinado por la fecha de su nacimiento. La juventud viene dada por esa capacidad de asombrarse cada día, por la entrega en los proyectos que emprendamos, por la ilusión que ponemos en las cosas que hacemos y, en definitiva, por la definición que nosotros mismos le demos al hecho de vivir.
La noticia con la que empezaba esta reflexión me parece algo absurda, ya que, a pesar de todo lo dicho anteriormente, existe una división de las etapas en la vida del hombre, atendiendo a su desarrollo, que son:
Pre-natal, Infancia, Niñez, Adolescencia, Juventud, Adultez y Ancianidad.
Cada una cuenta con sus peculiaridades, con una horquilla de edad aproximada, que en cada individuo puede ser diferente dependiendo de factores como el entorno social y cultural pero que, en ningún caso abarcaría un período de 35 años como pretende el ministro de Asuntos Juveniles de Kenya.
Lo cortés no quita lo valiente, o lo que es lo mismo, uno puede ser jovial sin necesidad de ser, por Ley, un eterno adolescente.
Jovenes son los que no tienen complicidad con el pasado...
ResponderEliminar