martes, 23 de enero de 2007

EL HORMIGUERO


Relato corto de María Rosa Rodríguez Palomar

La mañana, a esa hora temprana, era como la caricia de una mano fría y húmeda sobre su rostro. Apenas había tráfico y los pocos viandantes con los que se cruzaba llevaban aún el peso del sueño en sus ojos. Sentía que cada uno, acudiendo a su trabajo, ensimismado en su mundo, era único, diferente, pero que todos tenían algo en común: el hormiguero absorbente de la gran ciudad.

Cada vez estaba más convencida de esa similitud. Todos eran hormigas. Su papel de hembra fecundada por el macho la convertía en reina, una reina que perdió sus alas tras la cópula, del mismo modo que asistió impotente a la “muerte” de aquel “macho fecundador”, ahogado en rutinas y trabajo… ¿en rutinas y trabajo?. Usurpadora del papel de hormiga obrera, ni siquiera su condición real, la libró del trabajo de sacar adelante su progenie, mantener limpia la galería y proporcionarles el alimento necesario.

Al entrar en el metro, el cálido vapor que desprendía, la despertó de aquellas elucubraciones matinales. Aún tenía dentro el aguijón del dolor, aún le quemaban las lágrimas de la noche pasada; a pesar del maquillaje, su aspecto denotaba la derrota producida. Era inútil disimular que nada pasaba cuando la prueba de su fracaso estaba allí, en el fondo de su bolsillo, arrugada con rabia dentro de su mano, como si quisiera hacerla desaparecer a base de estrujarla. La enésima evidencia de la traición. Una factura, una llamada perdida, el aroma de otro perfume que no era el suyo…y aquélla nota, encontrada en la almohada, al despertar, la confirmación.

Al llegar a la oficina y sacar su mano del bolsillo, contempló la huella de sus propias uñas clavadas en la palma. Aquélla mano receptora de sus manos, cuando ella, antigua ninfa mimada, era todo un universo en su mínima existencia para él, como la hormiga, desconocedora total de su propia limitación.

¿Sería posible la regeneración de sus alas? Si el macho, renacido, volvía a su función, entonces, ¿por qué no podría ella desplegar alas nuevas, en un intento desesperado de revertir su vida al mismo punto de partida?.

¡El hormiguero era muy grande!, y podía marcar su camino con ácido fórmico, para que si alguien quisiera seguirla, lo hiciera.

(Quizás, sería conveniente no ver ningún documental de vida animal durante algún tiempo. Dispersaba sus ideas).

4 comentarios:

  1. Anónimo3:15 p. m.

    Excelente. Ahora podemos decir que tenéis una tremenda bitácora.

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  2. Anónimo4:30 p. m.

    Aunque Blogteste te diga que tu barra lateral era un caos... a nosotros nos gustaba. También es una caos un hormiguero o su similitud en ciudad... Madrid y cada hormiga hacemos que funcione.

    Nos ha gustado mucho tu relato corto y nuestra situación en tus enlaces... Gracias.

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  3. Anónimo8:22 p. m.

    Buenas Shikilla,

    Me ha gustado esta entrada (Diossss, ¿cuántas veces nos hemos sentido así?) sobre todo porque tiene ecos de muchas cosas.

    Tien un toque melancólico a La metamorfosis, de Kafka.

    Me recuerda a un cuento que escribí hace mucho, que hablaba de la soledad de cada cual con sus propios pensamientos, como cada uno se siente especial y cree que va a ir a un sitio mejor (estilo Tolkien o Narnia) en el que va a ser más importante que Van Gogh para la pintura.

    Yo también soy "oficinista" y, a veces, también me siento atrapado y despreciado.

    En fin, muy bueno, Shikilla.

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  4. Anónimo8:27 p. m.

    Por cierto, y viniendo al caso hormiga, no sé si conoces un blog muy bueno llamado "La Hormiguita" (lahormiguita.blogspot.com/).

    Es muy bueno. Lo visito desde que empezó y cada día me parece mejor.

    Un saludo

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