MENTIDEROS

La peluquería es un buen termómetro para comprobar cómo están los ánimos del personal en determinados momentos, delicados y confusos, en los que los sitios públicos se convierten en lugares parecidos a aquellos mentideros donde se reunían para hablar, debatir o simplemente conversar, los madrileños del Siglo de Oro.

Allí despellejaban a quien se terciara y, por supuesto, a los que gobernaban entonces los destinos de los madrileños en particular, y de los españoles, en general.

Ahora, no ha cambiado tanto, ya digo, y la peluquería, la panadería o la cola del pescado , se convierten en mentideros, improvisados o no, donde el españolito/a descarga su opinión como si fueran balines o dardos, a veces envenenados, la mala leche acumulada como consecuencia de las noticias malas, pésimas o peores, importándoles poco quiénes les escuchen o les oigan incluso, que ya sabemos que no es la misma cosa; lo que les importa, en realidad, es tener un lugar más donde dejar su queja, su dolor, su impotencia ante lo que, muchas veces, lo único que se puede hacer es eso: la protesta unida al pataleo y a alguna voz más alta que otra.

Y no me extraña, porque en los mentideros, a pesar de que su nombre pudiera indicar lo contrario, no se miente, sino que se dice lo que a uno le fastidia de verdad, se suele ser muy poco políticamente correcto, casi diría que si a uno se le inflan las narices con el comentario del de al lado, hasta se puede rozar la mala educación y la grosería. Le importa un bledo a cualquiera mandar al otro a escardar cebollinos.

La señora que se está dando las mechas y tiene la cabeza completamente cubierta de papel albal como si fuera un besugo en papillote, en medio de una conversación que nada tenía que ver, lanza la bomba: “Pues creo que la cúpula de Barceló se está cayendo”, a lo que otra añade más leña diciendo, “Esa ridiculez, que nos ha costado un riñón y ahora está cayéndose, ¡la culpa es del Gobierno!”. La clienta del fondo que se está cortando las puntas, salta como una leona sobre su presa: “Es una obra de arte, y Barceló un gran artista, hombre, ¡¡por favor!!”

A partir de ahí es todo como una película donde la lista de frases, opiniones, improperios, acusaciones e insultos velados, sí, velados, se suceden vertiginosamente: “Mira Puri, yo ya sé que no pensamos igual en política, ni en casi nada, te respeto si a ti te parece bien haberse gastado veinte millones de euros en esa mierda, pero esto es como cuando te hiciste aquella liposucción, ¿recuerdas?, te costó un ojo de la cara para que luego, a los dos meses y pico, volvieras de nuevo “a tu ser”, es decir, a ser gorda y tener celulitis, vamos, como ahora. Tú misma me dijiste que fue un gasto tonto, ahora no me vengas con tonterías, una obra de arte es El Duque en “Sin tetas no hay paraíso”, ¿¿pero eso?? que nos conocemos, hija, ¡que somos amigas!.

Salen en otros mentideros a relucir las últimas noticias sobre el paro, ese aumento que hasta Solbes ha dicho en unas declaraciones, que seguirá subiendo en 2009.

Como ya he dicho, la gente está tan harta que se explaya y critica a los gobernantes, al Gobierno en pleno, a Zapatero, a Rajoy y al sursum corda, en sus extravagancias y fracasos, en sus fantasmadas y ridiculeces, en la gravedad de su ineptitud y en la ineficacia de su gestión y hacen o hacemos muy bien en criticar, que para eso les hemos puesto ahí para demandarles una buena gestión.

Criticamos y ponemos a caer de un burro a los que nos dirigen, también, porque no somos PEDROS-CASTROS, ni somos Presidentes de la Federación Española de Municipios y Provincias, y nos representamos a nosotros mismos nada más, y no a los Ayuntamientos, como Pedro Castro, porque si fuéramos Pedro Castro, nos tendríamos que meter la lengua en salva sea la parte, para no dar esa imagen de “tonto de los cojones de la izquierda, próximo al personaje con el que comparte apellido”.

En los mentideros la palabra dimisión, a veces, es un clamor que no cesa, pero ¡qué pocas veces se cumple!