Anoche soñé con la
luna. No era azul, ni blanca, tenía el mismo color de tu mirada en
ese preciso, minúsculo instante que media entre el deseo y el beso,
cada vez que me besabas.
¡Cómo se quedan los
colores en la memoria! Igual que se quedan los paisajes, los sabores
de nuestra infancia y los olores...recuerdo el olor de la colonia que
usaba mi madre en los días especiales, cuando era fiesta y mis
hermanos y yo subíamos en el Seat 600, que mi padre conducía como
si fuera el último modelo de Fórmula 1 para familias, y acudíamos
a algún evento familiar: Bodas, comuniones, bautizos, de esos
eventos en los que las mujeres de la familia, abuelas, tías, primas,
te dejaban la huella de sus besos en las mejillas con distintos
tonos de carmín. Un carmín, por cierto, mucho más permanente que
el que usamos ahora, ¡tardaba siglos en quitarse de la cara!.
Pues eso, que anoche soñé
con la luna, con una luna que no era, desde luego, la que pisó
Armstrong, que ahora probablemente la esté viendo desde una
perspectiva desconocida, para él y para todos, allí donde pueda
estar.
¡Cómo cambian los
lugares donde ponemos el espíritu de los que ya se han ido, según
nuestras preferencias!. A mí me gusta pensar que todos los seres que
he amado y ya se han ido están en el mismo lugar, incluso aunque
entre sí no se conocieran.
Un lugar evanescente,
de suelos blandos y ligera brisa, un lugar con hilo musical en el que
suenen, no las arpas que tan poco me dicen y me son tan desconocidas,
sino aquella música que me llena, me eleva y hace vibrar mi
espíritu. ¡Quién sabe! Lo mismo Frank Sinatra o Loreena Mckenitt,
o los mismos Panchos, con algún bolero romántico.
Quizás es una manera
cómoda de imaginarlo, reunir mis afectos en ese lugar común
facilita en mi pensamiento el hecho de que, cuando yo llegue, todos
estarán ahí esperándome, sin que tenga que dispersar el amor que
les tenía.
¿Y en la luna? ¿habrá
gente que coloque sus muertos en la luna, aunque sea con el
pensamiento?. Desde luego, si yo lo hiciera, si pensara en la luna
como ese lugar acogedor de las almas, me gustaría pensar que era una
luna azul, o de un blanco inmenso, puro.
Aunque, si he de ser
sincera, si fuera mi alma la que tuviera que acomodar en la luna, me
gustaría que fuera de ese color, indescriptible, maravilloso, unión
de todos los colores de mis recuerdos infantiles, de todos los vuelos
que emprendió mi alma desde que lo vi, ese color con que he dibujado
desde entonces el Amor...ese color de tu mirada, en el minúsculo
instante que mediaba entre el deseo y el beso, cuando me besabas.
Pues claro que todos tus seres queridos están reunidos en un mismo sitio: en tu mente: ¿te parece algún otro sitio mejor?
ResponderEliminarBesos, de esos que no te he dado.
Vaya parece que como a mí el final del verano te trae los bonitos y felices años de la infancia con la familia reunida al completo. aissss...
ResponderEliminarBesos.