Bienvenidos a mi otro lado del espejo, donde la realidad que me acaricia o me sacude, se transforma en palabras.
martes, 19 de noviembre de 2013
CARACOLA
Quiero una caracola, donde, además de oírse el mar con el ir y venir de olas besando la orilla, se escuchen aquellos sonidos que se quedaron enganchados en el tiempo, en nuestros recuerdos. Aquellos queridos sonidos que sabemos de memoria y conocemos tan bien.
El sonido de mamá llamándonos por la ventana, cuando éramos niños, y el de las carreras hacia donde estaba ella para coger el pan y el chocolate de la merienda.
El sonido de la lluvia en las tormentas de verano, viendo tras los cristales como corría el agua calle abajo, y el chof chof de los charcos al pisarlos con nuestras botas katiuskas.
El sonido de campanillas del tiovivo de la Feria y el de las bocinas de los coches de choque.
El sonido del primer beso, el del primer te quiero, y el de aquella canción que nos hacía estremecer recordando algún amor imposible o platónico.
El taconeo de nuestros primeros zapatos de tacón, queriendo pisar fuerte y, sin embargo, conteniendo el aliento para no perder el equilibrio y caer al suelo.
El del llanto de mis hijos al nacer, y aquel primer “mamá” o “papá” que salió de sus bocas causando sorpresa y alegría inesperada.
El sonido de la voz de mi madre cuando las pesadillas me despertaban, ese sonido que quitaba los miedos y traía y sigue trayendo la paz a mi corazón.
Quiero una caracola donde el mar suene de fondo y hablen nuestras vivencias, para poder escucharlas cuando los días se nos hagan cuesta arriba, y recordar todo lo bueno que llevamos a la espalda, que sigue ahí en nuestra memoria, empujándonos a seguir dando sentido a nuestra vida.
Caracolas, caracolas........que traigan y lleven el sonido de la vida en las olas.
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pegaíta a la oreja se m'a quedao, pegaíta. Y no me atrevo a despegarla por miedo a quedar sordo.
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