“La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo”. (Gustavo Adolfo Bécquer)
Estas palabras de Bécquer nos
llevan a pensar que la soledad deja de ser bella cuando no hay nadie
a nuestro lado, no sólo para comentarle eso, sino otras muchas
cosas.
Cuando ésta es elegida, buscada, la soledad puede ser el refugio donde nos instalemos cómodamente para reflexionar, relajarnos, leer, etc. Pero siempre durante cortos espacios de tiempo y con la seguridad de que, una vez conseguido nuestro objetivo, saldremos de ella y encontraremos a aquellos que nos esperan, pareja, hijos, familia, amigos, etc... Cosa distinta es, esa soledad impuesta por la vida y las circunstancias que, poco a poco, se convierte en una pesada losa que puede hundirnos y meternos en un pozo sin fondo, del que será difícil salir, si no le ponemos remedio urgentemente.
No es fácil engañar al corazón,
pero tampoco lo es engañar a la cabeza y al cuerpo, ellos saben que,
a partir de cierta edad, hay una sucesión de cambios en nuestra vida
que conllevan, entre otras cosas, pérdidas que son
irrecuperables: movilidad, reflejos, etc... Pero las que más nos
influyen y condicionan, con toda seguridad, sean las de los seres
queridos. ¡Cuantas viudas y viudos en la flor de la vida! Cuando era
llegado el tiempo del descanso y disfrute; o ¡cuantos
hombres y mujeres separados viviendo una soledad que tarda poco en
emerger, tras la separación. Cuantos ancianos sobreviviendo entre recuerdos en sus casas.
Los médicos coinciden en que la
soledad es una enfermedad que cada día toma más fuerza, afecta a
personas cada vez más jóvenes y pone en riesgo la vida de quienes
la padecen, provocando distintas enfermedades.
A diferencia de otras
enfermedades, con la soledad, nosotros tenemos el poder en nuestras
manos de, si no hacerla desaparecer por completo, sí ayudar a que
muchos no la sientan o padezcan. Además, la sociedad en la que
vivimos también nos proporciona herramientas para combatir esta
soledad que se instala en el alma poco a poco, o de golpe, o se
cuela por las rendijas del sueño y hace que se despierten de
madrugada y espanten los miedos y la melancolía, a base de radio,
rezos o paseos...
Las herramientas son muchas, desde Internet con sus mil posibilidades de relaciones personales, hasta los innumerables clubs de caminantes, de singles, de aficionado a.....lo que sea!, el caso es que las usemos, que no nos dé miedo lo desconocido, hay que lanzarse a mitigar ese sentimiento de vacío y abandono que produce la soledad.
La otra gran herramienta, son
nuestras manos, nuestros pies, nuestros ojos, nuestra lengua....la
otra gran herramienta, somos nosotros mismos, no permitamos que nadie
a nuestro lado pueda sentirse solo, si estamos ahí. Hablemos con
quien parezca sentirse desvalido, ofrezcamos nuestra palabra, nuestra
compañía, todo aquello que les haga ver que no están solos.
Porque, tal vez, algún día, seamos nosotros los que estemos al otro
lado de la línea divisoria entre la vida y ese pozo negro de la
soledad.
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