¿Quien no ha visto alguna vez una máquina de coser como la de la foto?.
Cuando yo era pequeña era difícil
ir a una casa y no ver una, las recuerdo perfectamente, en los
cuartos de estar, en algún rincón de la casa, cubiertas
pudorosamente cuando no se usaban, protegiendo su maravilloso
mecanismo con una especie de tapa de madera. Me maravillaba ese
artefacto hecho de florituras doradas y brillantes, con un pedal que
era una joya de hierro fundido, y que se balanceaba rítmicamente a
un movimiento de pies, la rueda que giraba a un golpe de mano de
cualquiera que la usara, madres, tías, vecinas...ya fueran o no
modistas. Tanto que cuando mi madre cosía, me quedaba admirando la
complejidad de aquella labor, la coordinación de movimientos,
escuchando el traqueteo de la aguja horadando la tela...claro que
entonces no pensaba todo eso, sino que lo único que quería era
poder llegar a manejarla tan bien como lo hacia mi madre, algún día.
No sé si era una apreciación
mía, pero siempre creí que todas las madres sabían coser, hacer
punto, abrir ojales, subir y bajar dobladillos y zurcir sietes en los
uniformes del colegio y, para todo eso, tener la máquina de coser,
agujas de punto y huevos de madera en el costurero, era obligatorio;
también para ser esposa y madre, es más, cuando me casé, mi
madre, al igual que hizo con mi hermana, me entregó un costurero con
hilos, agujas, tijeras y, por supuesto, dedal. Todo un kit para el
hogar que se estrenaba. Cosas que, claro está, he usado en más
ocasiones de las que me hubiera gustado y muchas menos de las que mi
madre pensaba al regalármelo, porque, lo confieso, no me gusta coser
y tampoco es que sepa mucho.
Creo que antes, muchas madres fueron modistas sin serlo y, con tan sólo sentarse y usar sus máquinas de coser que, por cierto, se disputan entre varios inventores, se convertían en artistas creadoras, cada vez que sus pies y sus manos las ponían en marcha.
¿Quién no tuvo una falda hecha
por su madre, o una bufanda de lana, o un jersey que salió crecedero
y tuvo que usar varios inviernos hasta que, por fin, fue la talla
justa?
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