Te esperé, sentada en el viejo
puente que tantas veces nos vio pasar, y tantas sintió en sus
maderas nuestros pasos ligeros, oyendo nuestras conversaciones, las
risas y luego los silencios que pesaban como losas...te esperé, como
quien espera que llegue el día, cuando la noche es demasiado oscura.
Pero no viniste.
Las nubes cambiaron su color gris
plomizo, vistiéndose de colores, yo tenía abierto mi paraguas. Era
como si mil arco iris se cruzaran en el cielo. Cuando esperaba el
agua, llegó una lluvia de pétalos de flores. Cayeron del cielo con
la suavidad con que cae la pluma que se escapa de algún pájaro
viajero. Se deshizo el cielo en primaveras diminutas, cayendo sobre
la tierra. Cubrieron el suelo y caían rozando mi cara, quedándose
prendidos en mi vestido.
De pronto nació una sonrisa en
mis labios y mis ojos lo celebraron admirando la belleza del regalo
que me hacía la Naturaleza, rosas, lirios, margaritas....vinieron a
alfombrar el día y desapareció la frustración de tu ausencia.
No siempre llega lo que esperamos,
pero, a veces, llegan cosas inesperadas, que alegran tu vida y la
pintan de colores.
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