La
música es un avión que fleta el corazón para que vuelen sentimientos,
deseos, pensamientos, todo eso que no necesita equipaje de mano. Esas
cosas que viajan con lo puesto o, si acaso, con un paraguas, por si
llueven nostalgias como puños que aneguen la mirada y un
cepillo de dientes que haga brillar esa sonrisa que aflora cuando la
memoria se retrotrae a momentos vividos únicos, felices…que han quedado
atrás.
Gracias
a la música, nuestros recuerdos no se presentan con la desnudez fría
del silencio, sino vestidos con túnicas de distintos colores, haciendo
llevadero el paso del tiempo.
Hay
canciones que llevan en su letra la historia de un amor que es como el
nuestro, las hay que duelen y otras que sangran en heridas; algunas
llevan en sus notas la voz escondida de una persona querida, y muchas
nos hacen entornar los ojos y evocar horas amables.
La música es la unión de nuestra alma con el Universo que nos rodea, haciéndonos ser la misma cosa, invitándonos a formar
parte de algo grande y hermoso. Somos notas de una melodía sin fin que
se hace eterna cada vez que escuchamos el son de la vida y tarareamos el estribillo de nuestro caminar por ella.
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