Comenzó con una mirada. Iba ya mediado octubre
y no pudo imaginar que era el principio.
Pero no, aquel día
no fue el principio. Ella andaba ya dentro de él, en ese rincón que la memoria
tiene para las personas especiales que nos cruzamos y nos traspasan la piel,
que nos atraen con su magia y parecen inalcanzables en ese momento.
El origen de su historia de amor, se perdía en el tiempo,
ni él ni ella sabían entonces que el
amanecer les encontraría algun día juntos, si, abrazados y ...juntos!
El momento fue el día en el que ella le miró por primera
vez de otra manera, y él, devolviéndole la mirada, tuvo la sensación de que
ambos se descubrieron en ese instante.También sus corazones lo supieron.
Los dos convalecían de sendas heridas, llevaban
cicatrices en el alma que aún no se
habían curado del todo. Quizás por eso se apresuraron a sacar sus escudos y se
parapetaron tras ellos, casi inmediatamente.
No querían compromisos, relaciones, ni nada que se
pareciera o tocara de refilón el amor. Hicieron una declaración de principios
que parecía sentar las bases de aquel encuentro.
Y asi fue como, sin miedo, se entregaron al juego de la
seducción, la risa compartida, el intranscendente abandono. Dejaron a merced
del viento sus corazones, como las hojas de un árbol, meciéndose en el dulce
vaivén del otoño, sin el ancla de la
razón. Seguros dentro de sus
fortificaciones.
Pero no contaron con él ni con sus armas, nadie les avisó
de la fuerza de su soplido y, noche tras noche, el amor iba convirtiendo la
brisa de sus palabras en un huracán imparable de sentimientos. La pequeña
chispa de una mirada en el fuego demoledor que arrasó los muros que
construyeron entre ellos.
Entonces, llegó noviembre y les trajo los besos. todos
los besos que aguardaban a salir, los
que inventaron nuevos, a los que les
pusieron nombre. Y ni siquiera eso les puso alerta.
En la ceguera del que no quiere ver, se acostumbraron a
aquella peligrosa rutina de entregarse el cuerpo y el alma cada día, durante un
tiempo.
Cuando él supo que la amaba, la vida les alejó por esas
cosas que tiene el destino, entonces, se
dio cuenta que se quedaron sin decir las palabras más hermosas, que le quemaban
por dentro.
...Y allí está él, tragándose el dolor de la distancia... y
allá está ella, preguntándose si alguna vez la recordarál, si también, como a
ella, la nostalgia le morderá el corazón
cada noche;
Queriéndose están los dos, sin saberlo, después del
vendaval y de la tormenta primera, a pesar de la distancia, de los muros y las
razones.
No fueron el primer amor de cada uno, lo atestiguan las
cicatrices, pero sueñan cada noche con ser el último y
definitivo para el otro. Sueñan por separado con encontrarse.
Sólo son dueños de sus sueños, en ellos se tienen por
entero, y son felices así, él intentando acumular el valor para decírselo y
ella rezando para que no la olvide.
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