Bienvenidos a mi otro lado del espejo, donde la realidad que me acaricia o me sacude, se transforma en palabras.
martes, 26 de abril de 2005
Poner corsés a la vida
Hay gente que se empeña en ponerle corsés a la vida, en dibujar mapas por donde tenemos que ir nosotros, y peor aún, por donde tienen que caminar nuestros espíritus.
Frente a esos muros de contención de la libertad, yo me pregunto si tenemos derecho a catalogar de antemano los perfiles de nuestros sentimientos para encuadrarlos en un patrón preconcebido, del cual uno no puede salirse sin miedo a ser señalado, acorralado, perseguido o criticado.
¿Quién marca lo que tenemos que hacer a determinadas alturas de nuestra vida? ¿Por qué no podemos cambiar esos patrones?
Cosas como comenzar a estudiar cuando se han cumplido los 35, tener un hijo a los 40 o enrolarte en un grupo de teatro a los 60, enamorarte en un viaje del inserso, aprender a bailar sevillanas recién jubilado, o dedicarte a escribir poemas después de haber sido un lince como broker, terror del parquet en la bolsa.
La vida ya nos pone demasiadas cortapisas naturales como para encima darle alas nosotros mismos a la imposibilidad de realizar nuestros sueños.
Ni la edad, ni el entorno, ni el devenir de los acontecimientos pueden ponernos freno en nuestro deseo de crecer. Al fin y al cabo, pienso que vivir es siempre una aventura en la que cambian los paisajes, cambian las esperanzas, las metas, incluso los actores secundarios, pero siempre los protagonistas somos nosotros.
Vivir es siempre un reto, una interrogación diaria, que no podemos cerrar antes de tiempo, y que no deberíamos abrir si no vamos a poner algo dentro.
Voto por la capacidad de asombrarnos cada día, por la ilusión de los besos aún no llegados, de miradas que están a punto de cruzarse, de las obras que laten en nuestras manos, esperando a salir como un torbellino, dando rienda suelta a todo lo que nos haga crecer como personas, renacer con espíritu renovado, sin el corsé estúpido del conformismo, del espacio y del tiempo. ¿Quién sabe las vueltas que dará el reloj de cada uno de nosotros?
domingo, 17 de abril de 2005
Del hogar y de mi madre
Mi madre siempre nos dijo que el "hogar" es donde uno está, donde están los tuyos, quizás porque las circunstancias de la vida nos hicieron viajar mucho de pequeños y cambiar de domicilio con frecuencia, y, con el tiempo he visto que mi madre tenía y tiene razón. Cuando uno parte hacia otro lugar para construir ahí su vida, ha de meter en la maleta junto con los enseres y recuerdos, también el "hogar".
En realidad ocupa poco, es nada más y nada menos que el sentimiento de arraigo a las costumbres cotidianas, a las tradiciones familiares, al sentimiento de "familia".
El hogar se construye a base de cariño, de ese amor que tienes por lo que te rodee, y quienes te rodeen en ese momento, y no necesariamente en ese orden, el entorno, las otras "cosas", es lo de menos.
Mi madre creaba hogar en cada uno de los sitios donde vivimos, porque el aroma de sus guisos, el tacto de las sábanas recién lavadas y planchadas, los picatostes de los domingos por la mañana, las torrijas de Semana Santa, y su pastel de limón, hacían que siempre tuviéramos la referencia de una continuación en el espacio y en el tiempo.
Ahora, cuando vuelvo a casa, la de mis padres, tengo siempre la sensación de retroceder a mi niñez, a mi adolescencia, porque, sea donde sea, en algún lugar de su hogar está también el mío, el que durante años compartí, hasta formar mi propia familia. Soy de la opinión de que los hogares no se rompen ó no tienen por qué romperse únicamente porque los miembros se distancien en el espacio, o porque la pareja se separe, cada uno llevamos dentro esa capacidad de hacer florecer en el lugar donde nos encontremos la semilla de hogar, de continuar o crear nuestras propias tradiciones, poner las bases de proyectos nuevos e intentar cada día llevarlos a cabo.
Mi madre siempre sabía plegar perfectamente ese "hogar" para meterlo en nuestro equipaje.
¡Mamá!...Recuerdo cómo la miraba mientras se hacía su moño italiano y pintaba sus labios, cuando yo era niña, ¡me parecía tan guapa!, recuerdo sus refranes para todo, como sentencias indiscutibles de cualquier situación que se presentara. Cómo nos recitaba, transmitiéndonos, los poemas que mi abuela creó, para que mi hermana y yo se los dijéramos a María en el mes de mayo, en el colegio.
Su afán protector de siempre y de ahora, con el consabido, ten cuidado al cruzar y ponte la bufanda, cuando íbamos al colegio forradas de ropa, para no constiparnos en el invierno. Incluso ahora nos telefonea si sabe que emprendemos algún viaje, para decirnos ¡Ten cuidado! como si al decirnos eso nos hiciera entrega de un amuleto capaz de protegernos durante todo el tiempo.
Un día me perdí en la playa, al salir del agua me despisté y salí más allá de nuestra sombrilla, tendría unos 8 o 9 años, después de un ratito mirando acá y allá, conseguí ver el sitio donde estábamos y fui para él, no había nadie, me quedé alli jugando con la arena, tranquila, sin pensar para nada en lo que podrían estar haciendo, cuando de pronto veo que se acerca un montón de gente, encabezados por mi madre, mi padre, uf! ¿qué pasaba? De pronto sentí un azote en el trasero que me dió ella y que me dolió,para inmediatamente a continuación aferrarse a mí en un abrazo tan fuerte que apenas respiraba. Sus ojos tenían lágrimas y se la veía realmente asustada. Creo que en ese momento comprendí o al menos empecé a comprender lo que te quieren los padres, cosa que hasta que no lo vives, cuando tienes hijos, no llegas a confirmar de verdad.
Con los años, a veces, descubres que los padres no tienen la verdad absoluta y que, incluso se equivocan en algunas cosas, pero siempre el corazón ahí es indulgente, primero porque sabes que ellos son los únicos que te dan lo mejor que poseen, lo mejor de lo que saben, lo mejor de lo que piensan... ¿quiénes somos nosotros para cuestionar, entonces, si lo hicieron bien o mal? Y, segundo, porque ser padres no es nada fácil. En mi caso, siempre prevalecerá antes que el cachete en el trasero, aquél abrazo fuerte, apretado, desesperado de mi madre cuando creyó que yo había sufrido algún daño.
sábado, 16 de abril de 2005
Algún día
Creo que lo que no se dice, ha de quedar en algún sitio. Ya sabemos que hay palabras que nos hubiera gustado decírselas a alguien y se nos quedaron en el tintero del alma, gracias, te quiero, buen trabajo, me gustó tu carta, tus flores, tu regalo, eres estupenda como amiga, hija, madre, compañero, esposa, hermano...También, quizás aquéllas menos agradables como, no estuvo bien eso que hiciste, me hirió aquél gesto tuyo, y que probablemente no dejamos escapar de nuestra boca las unas por orgullo, las otras, por miedo a espantar a los demás, cosa egoista sin duda, porque en la verdad es donde brillan mejor los sentimientos. En fín, todo lo que se nos ocurra que debimos decir y no dijimos.
Algún día he de abrir ese arcón donde mis palabras no dichas aguardan el tiempo de ser pronunciadas, algún día, también, me gustaría tanto escuchar aquéllo que esperé oir y nunca me dijeron. Algún día, debería también saber si herí a alguien sin saberlo.
Solamente espero que haya tiempo y que no sea tarde ni para sacar sentimientos de mi arcón, ni para meter en él lo que sueño oir, o lo que no esperaba nunca que me dijeran.
Porque todos los sentimientos tienen derecho a ser liberados.
domingo, 10 de abril de 2005
¡ Santo súbito!
Juan Pablo II ha muerto. El Papa viajero ha emprendido su último viaje hacia el lugar donde, quizás, deposite su legendario y repetido tantas veces, beso, aquí en la tierra, en todas las tierras que pisó al llegar.
¿Qué poder añadir a todas las cosas que plumas ilustres han escrito ya sobre su vida, su sufrimiento en la enfermedad y su muerte al final?.
Tan sólo puedo hablar desde la fe que mueve mis dedos al escribir esto, desde el recuerdo de su viaje a España y el discurso que en el Santiago Bernabéu nos dirigió a todos los jóvenes y de cuando le vi pasar delante de mí, entre vítores y gritos de Totus Tuus, y de la sensación indescriptible y emocionada que tuve, de la huella que su figura deja, espiritual y humanamente.
Al Papa se le puede ver bajo distintos prismas, desde la fe, como digo, es decir, como a Juan Pablo II, y también como al hombre que fué, como a Karol Wojtyla. Pero, curiosamente, en este Papa convergen los dos puntos de vista, las dos lecturas que se pueden hacer de su vida, en infinitas ocasiones.
Fué lider como Papa y también como hombre, y para muestra la despedida multitudinaria que ha tenido, la inmensa cantidad de personas que ha movilizado en todos sus viajes, el seguimiento sin precedentes por parte de la juventud. Carismático, sin duda, por ser honesto, auténtico y coherente con la Palabra de Dios. Valiente al proclamarla y al enfrentarse al mundo para defenderla, combatió con firmeza la opresión, con el arma que tenía: la predicación.
Un Papa que quiso seguir al pie de la letra lo que dice la Biblia "Id y Predicad el Evangelio" (Marcos 16:15-16). Llevó su presencia que era la presencia de Cristo en la tierra junto con la Buena Noticia a los lugares más recónditos y sorprendentes, viajes en los que iba sembrando la Palabra de Dios y en los que la paz era, sin lugar a dudas, un denominador común. Pero frente a la firmeza que mostraba en su lucha por la paz se abría su corazón derrochando y pidiendo, también como denominador común, para toda acción, el amor: «Hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón».(04.03.03. Visita a Cuatro Vientos).
La sonrisa que mostraba cuando hablaba a los jóvenes podía más que cientos de mítines que hoy podamos escuchar de tantos otros "líderes", ¿por qué?. En mi opinión, creo que era porque él estaba plenamente convencido de lo que decía, de lo que predicaba, de lo que le movía y se movía dentro de él y que supo transmitir tan bien a tantos miles, millones de jóvenes.
No hay duda de que ha sido la figura más importante, para la Iglesia y para el mundo, desde 1978 hasta hoy, y que tardará en salir otra persona con esas características.
Tenía partidarios y tenía detractores, pero no dejaba a nadie indiferente, no hay sitio para la tibieza cuando se habla de Juan Pablo II.
Para millones de no creyentes ha sido un gran hombre y para los millones de creyentes, y trás ver las manifestaciones espontáneas de la gente durante su enfermedad y después de su muerte, Juan Pablo II ha sido un Papa Santo, como decían muchas pancartas en la plaza de San Pedro, ¡Santo súbito! (santo pronto), pidiendo su canonización. Porque nadie como él para serlo.
domingo, 3 de abril de 2005
¡Felicidades, Mercedes!
Un 3 de abril se cumplió por primera vez el sueño más grande que he tenido: ser madre.
Hasta ese día, a lo largo de mi vida, alimenté la espera de diversas maneras; Cuando, aún siendo niña, jugaba, lo hacía entregando mimos y nanas a muñecas a las que acunaba, lavaba, vestía y sacaba a pasear en cochecitos con lazos; luego, más tarde, los primitos más pequeños, los hijos de los vecinos, los sobrinos, cuando llegaron, se llevaban los cuidados de aquella "pequeña mama", con vocación de madre.
Y, durante los nueve meses antes de aquel 3 de abril, escribí una serie de cartas a mi futuro retoño, aún sin saber si sería niño o niña. Nació Mercedes, mi hija, tan soñada, deseada y esperada que cuando la ví sobre mi pecho, donde me la pusieron nada más nacer, sintiendo su calor que aún era mi calor que lo llevaba consigo, viendo sus manitas cerradas y su cabecita ladeada, tranquila por escuchar aún el latido de mi corazón, que seguro iba más deprisa, lloré, lloré de alegría, y a la vez sonreía, feliz, y también interiormente daba gracias a Dios, porque me había regalado, al fín, lo que tanto había soñado.
Mercedes, cuando eras una bebita, qué fácil era controlar, saber, proteger, incluso, achucharte contra mi pecho y llenarte de besos. Todos los cumpleaños que vinieron eran una fiesta para todos, llenos de imaginación de globos y sorpresas que te preparaba con todo mi cariño, tartas con las figuras de tus animales preferidos, teatro de guiñol, piñatas, payasos...
Ahora que has crecido, ahora que estás lejos de mí, aunque siempre tan cerca, en mi corazón, tanto tú como tu hermano, ahora que tus alas se despliegan para volar sola poco a poco, me vienen a la cabeza las palabras de khalil Gibran: "Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante." ahora que estás sembrando lo que será mañana tu vida, quiero decirte algo, hija mía, algo que te he dicho ya muchas veces, pero que hoy, por ser tu cumpleaños, de una manera especial quiero decírtelo en esta tribuna pública, para que tú lo aceptes como pequeño regalo de tu madre.
Me siento orgullosa de tí, siempre me sentí orgullosa de tí, Mercedes, desde que eras pequeña, por tus preguntas, a veces díficiles de contestar para mí, por lo originales e inesperadas, por esa gracia que tenías cuando cantabas imitando a Azucar Moreno con tan sólo 4 años con un arte y un salero que no se podía aguantar! Por tu magnífico expediente académico, plagado de matrículas de honor, antes y ahora, por ser como eres, cariñosa, buena, obediente. Sí, no es que no tengas defectos, que también los tendrás, pero no creo que el peso de los mismos, incline la balanza del orgullo que siento por tí, hacia su lado.
También quiero decirte que nunca, desde el día en que naciste, mi amor hacia tí y aquél sentimiento que tuve al verte por primera vez, siendo tan sólo una pequeña silueta dentro de mí, en la primera ecografía, y más tarde cuando te pude tocar, ha variado jamás lo más mínimo, sino que, al contrario, ha crecido día trás día, incluso en los momentos difíciles, en los momentos en los que, tal vez, no era fácil para tí comprender algunas decisiones mías y nuestras palabras chocaban en el aire intentando encontrarse.
Este es mi regalo de ahora, porque estás lejos, pero cuando vengas aquí, tengo otro, creo que ha llegado el momento de entregarte todas las cartas que los meses previos a tu nacimiento escribí con todo mi amor, como el que hoy te mando.
Felicidades, hija mía, mi bebita, te quiere
Mamá
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