En algún preciso instante de nuestra vida, algo hace ¡click! dentro de nosotros, un sonido desconocido hasta ese momento, como un subir de persianas, un correr de cortinas, un abrir de ventanas, todo al mismo tiempo. Un ¡click! de interruptor de pared predecesor de la luz; de esos que al sonar te dan la seguridad de que todo se verá bañado por la claridad y se iluminará hasta el último rincón de la estancia donde estemos.
En algún preciso instante de nuestra vida, si no hemos oído ese ¡click! dentro de nosotros, deberíamos pararnos a escuchar, por si lo oímos, rodearnos de silencio y huir del ruido del exterior, que ni siquiera el vuelo de una idea nos interrumpa, ni la brisa del pasado, ni la voz del presente ni los pasos del futuro acercándose. Si hemos de movernos por el tiempo para encontrar ese click, lo haremos de puntillas como haría la Pávlova interpretando la muerte del cisne, con un “pas de bourrée”, deslizándonos suavemente como si fuéramos plumas por los paisajes, con o sin figuras, de nuestro caminar, tratando de estar alerta por si ese click se quedó colgado en algún sueño imposible, en algún recuerdo especial, y no suena a su debido tiempo.
Tras oír ese click, será el momento de hacer una pausa, detener nuestros pasos y contemplar lo andado, todo aquello que los acontecimientos han ido pintando en el lienzo personal de nuestra vida. Y miraremos, como se miran los cuadros, un paso atrás, tomando perspectiva. Quizás haya quien ladee la cabeza, quien guiñe uno u otro ojo, quien dé más de un paso atrás para ver mejor y captar ese lienzo en su totalidad, en toda su dimensión.
Porque es alejándonos del cuadro como apreciamos las luces y las sombras, los colores, las formas, y el conjunto de la obra. Mientras estamos sumidos en los acontecimientos, solamente vemos las pinceladas, apenas distinguimos los colores, ni somos capaces de descubrir la grandiosidad o la pequeñez de lo plasmado.
¡Cuántas veces, tras esa pausa, he visto de distinta manera las cosas a como las vi en su momento! ¿No os ha pasado que mucho de lo vivido, contemplado desde la perspectiva del tiempo, pierde o gana fuerza, brillo, importancia?. La mayoría de nuestros sentimientos son relativizados por el tiempo y, aunque haya algunos que permanezcan inalterables, lo que hicimos y vivimos auspiciados por ellos, se ve de otro modo ladeando la cabeza, guiñando un ojo o, sencillamente, alejándonos unos pasos.
Si no escuchamos el click nunca, deberíamos inventar ese instante.
¿Te entiendo?
ResponderEliminarBesos.
jajaja Juan, tus comentarios me dejan siempre con la incertidumbre, ¿me entiendes?. Quizás lo hagas, no sé, eso es algo que debes decirlo tú.
ResponderEliminarBesitos y gracias por pasarte por esta (tu) casa.
Ese click suelo oírlo bastante. Por desgracia no suelo salir demasiado bien parado en mis análisis y desde luego todo se ve distinto con el paso del tiempo. Puede que no pase por mis mejores momentos para analizarme con "objetividad".
ResponderEliminarEn fin yo si te entiendo perfectamente.