El ser humano por naturaleza, según siempre nos han dicho, es optimista, pero en estos tiempos que corren ser optimista no es una opción fácil, tener esperanza en el futuro tampoco, confiar y tener fe en algo más allá de ti mismo, ni siquiera es razonable para la mayoría...Pues bien, aquí os presento otra loca más de esas que pensamos que todo tiene un lado positivo, a veces, a costa de nuestra credibilidad personal o a riesgo de poner en tela de juicio nuestra propia cordura.
Comprendo que es mucho más fácil dejarse llevar por el desaliento y soltar dos o tres ayes de desesperación y echar la culpa a media Humanidad, aunque ni siquiera el problema esté mas allá de nuestro portal de vecinos, o más aún, de la puerta de nuestra casa.
La esperanza no es algo que se pueda obtener en las tiendas, ni siquiera en la Universidad, ni en la lectura ni en la música, ni en nada que podamos aprender, ya sea bello, práctico o efectivo. La esperanza es una fuente inagotable que viene del manantial de la fe...en la vida, en uno mismo, en los demás y, en mi caso como en el de muchísimos más, , en Dios. La alegría de creer, esperar, amar, y sentir más alla de esta tierra que pisamos es una alegría que envuelve todos y cada uno de los rincones de nuestra vida.
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