Pobre amor que carga con
nuestras culpas y esgrime las armas que en sus manos colocamos,
acusado de matar los corazones, de herir el alma y rasgar las
epidermis de quien toca, con su dedo tembloroso. Siempre espiando las
penas de los otros, condenado injustamente en nuestros juicios.
Siempre escuchando maldiciones de las bocas mancilladas por los besos
traicioneros, de maridos y esposas infieles, de amantes cobardes y
embusteros...Pobre amor! Vilipendiado sin razón, en eterna
penitencia por nuestros pecados. No es el amor el que falla, no es el
amor el que mata, hiere, duele, o araña el alma, ¡¡no es el amor!!
Somos nosotros, que no sabemos cómo manejar algo tan grande y
hermoso, tan frágil y tan fuerte, tan inexplicable y, sin embargo,
tan sencillo.
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