Hoy amanecí en tu lado de la
almohada intentando soñar los sueños que te dejaste
olvidados, recogí con mis labios, uno a uno, los besos que sembramos
y esparcimos al abrigo de la noche, como semillas de vida
entre nuestra piel y las sábanas; te busqué a tientas con mis
manos en el espacio que llenabas de luz y risas al despuntar la
mañana.
Me convertí en madreselva que se
enredaba a tu ausencia y a sus formas transparentes, su corazón de
niebla latía pegado a mi, bombeando momentos compartidos que
transfundían nostalgias a mi corazón dormido. Resonó tu voz en mi
cabeza, llamándome con aquel nombre que nunca me gustó y, sin
embargo amé, porque tú lo pronunciabas... y me entregué sin
límites al amor, a ese amor que se escapa de su propia definición,
amor en plenitud vivido, como flor que se abre a la primavera.
Fui amante infiel, no me
arrepiento, te engañé con ese otro que eras tú y ya no estaba. Nos
regalamos el tiempo detenido a la vuelta de la esquina de la vida,
donde se cruza el deseo con los sueños, donde habita el sentimiento
descarnado de la eterna memoria.
Y cuando todo acabó...aún con
los ojos cerrados, sentí los besos de la lluvia en mi rostro, nubes
que derramaban tristezas desde el techo de mi alcoba, me llegó la
brisa lejana de tu aliento estremeciendo mi alma que se deshizo en
suspiros, como una canción sin letra que desplegó sus alas para
volar a tu encuentro.
Hoy amanecí sin ti, y se partió
en pedazos el día, abriendo abismos profundos entre las horas por
los que se despeña mi alegría. El tiempo es un océano de espera
donde se ahoga la risa y la palabra.
Hoy amanecí sin ti, y una resaca
de recuerdo y llanto empapa esa huella que dejaste en mí y ese
trocito de tu lado de la almohada.
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