miércoles, 25 de marzo de 2020

DESDE MI VENTANA

Hoy, que la palabra es abrazo y el sonido de las voces amadas, a través del auricular, se han convertido en el pan nuestro de cada día, alimentándonos el alma y, a veces, hasta dibujándonos una sonrisa, para no perderla en el olvido, en las puertas de las casas se han levantado fronteras que guardan y protegen la esperanza para que no se contagie, para que nadie la toque, para que no se nos muera.

El corazón se nos ha hecho tan grande que se ha ido a vivir a la terraza, a los balcones, al alféizar de las ventanas, porque ya no nos cabe en el comedor, y casi, ni en el pecho, porque sus latidos ya no son solamente nuestros, ahora son y suenan como uno solo. Late con los de fuera, con los que nos salvan la vida, la protegen y nos cuidan. Allí donde florecen las margaritas y las begonias, entre macetas, regamos esos latidos con el sonido de nuestras manos. juntándose, tocando palmas muchas veces acompañadas de lágrimas, por todos ellos.

Homenajes sonoros, siempre fieles a la cita, a las ocho de la tarde, donde dejamos que vuele con los aplausos nuestro grito al mundo de que estamos aquí, sobreviviendo, resistiendo, como soldados de un inmenso ejército cuya arenga más efectiva, como un mantra, se repite desde todos los sitios: ”#Quédateencasa”, nosotros también
luchando en esta guerra contra el maldito virus. Claro que siempre hay algún desgraciado insolidario que se salta a la torera no solo las normas, sino también el civismo y hasta la sensatez. Gilipollas hay en todos los sitios, y perdonad la expresión.

Pero nosotros, ahí, reportándonos ante el mundo, somos la resistencia frente al virus, al menos, eso nos dicen, y también somos, al parecer, la vacuna, así que nos quedamos en casa, por mí, por ti y por todos los compañeros y por mí el primero! y por nuestros mayores. Obedientes y responsables, confiamos y aquí estamos, de pie aún, manteniendo el tipo. 

Izamos la bandera de la solidaridad cada mañana al levantarnos, tratando de que siga la vida y engañando al cuerpo y a la mente con las rutinas nuevas que hemos creado y, cada tarde, la arriamos entre aplausos cuando el balcón se cierra. Os confieso que, a veces, se me van las horas no sé en qué, y hasta se me hace corto. ¡Esta imprevisible naturaleza humana!

Pero no siempre es fácil, porque esa bandera, a veces pesa mucho y duele demasiado, cuando no puedes besar a los seres queridos, lejos de ti, o cuando caen enfermos en la batalla y no puedes tomar su mano para que sientan que no están solos; E imagino que, sobre todo, cuando mueren y no puedes despedirles.

Nadie nos ha preparado para esto pero aquí estamos, ahí estáis, allí están, los soldados que libramos las batallas desde las ventanas, entre el comedor y la cocina, esos cuarteles que se levantan tras la frontera de la puerta de entrada, ese pequeño universo donde guardamos la esperanza de que pueda reanudarse la vida, de que llegue nuestro resurgir, como aves fénix, dentro de este estado de alarma que, en principio, acaba, casualmente ¿o no?, el Domingo de Resurrección.

#COVID19 #Quédateencasa #coronavirus

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